El protocolo de la época marcaba que al intendente electo había que ir a buscarlo a la casa y de ahí caminar a la Municipalidad. Luiso no quiso salir desde Villa Morra, por eso, para hacer un trayecto más corto eligió la casa de sus consuegros, los Tarrible, ubicada en Rivadavia e Independencia. Desde ahí caminó las dos cuadras hasta el Palacio Municipal, rodeado de vecinos eufóricos. Se cumplía el sueño del caudillo: era, al fin, intendente de Pilar.
Luiso 3
Luis Lagomarsino asumiendo la intendencia en 1983.
Gestión Luiso
Entre sus laderos más fieles en la intendencia estuvieron Dino Boeri, Abel Caballero, Pancho Magioncalda y su hijo Fernando. Aún siendo jefe comunal, Luiso seguía yendo a la estación de servicio a las 5 de la mañana para “hacer la caja” y a las 7 entraba a la Municipalidad. Luego, esa estación se vendería, achicando aún más un patrimonio de por sí austero.
Durante los cuatro años del mandato de Luis Lagomarsino se radicaron más de 50 industrias en todo el distrito, la mayoría de ellas en el Parque Industrial. Además, en 1986 llegó a Pilar la Universidad del Salvador, fundándose su campus “Nuestra Señora del Pilar”. Un año más tarde se concretó la histórica visita del presidente Raúl Alfonsín, a quien le entregó la llave de la ciudad.
En cuanto a obra pública se avanzó con pavimentos en Villa Rosa, Manuel Alberti y Presidente Derqui; mientras que se extendió la red de gas natural en el área noroeste de Pilar y el barrio lindero al cementerio. El municipio contaba al final de su mandato con 897 empleados activos, entre planta permanente y contratados.
Jamás se mudó de la casa de Villa Morra, aquella que amplió con sus propias manos. Tampoco se desprendió de su legendario Ford Falcon rojo, vendido años después de su muerte.
“Traeme cambio, no me dejes sin cambio”, le repetía Luiso una y otra vez a Abel Caballero, día tras día. Para el intendente, salir a la calle significaba ser asediado por vecinos que le pedían aunque sea unas monedas o billetes de baja denominación para comprar comida o remedios.
Algo similar ocurría cada tarde, en el negocio de venta de sábanas que su hijo Oscar tenía con su esposa Ana María sobre la calle Rivadavia. Lagomarsino llegaba al local y esperaba a que “Goyete” volviera con Mariana (su primera nieta) del Jardín, para saludarla y luego continuar con sus tareas. Mientras tanto, la gente comenzaba a arremolinarse en la vereda, esperando a que saliera para ejercitar el clásico mangazo...
Inauguración de la planta de YKK Yoshida Argentina, el 11 de octubre de 1984 en el Parque Industrial de Pilar. El intendente de entonces, Luiso Lagomarsino, se saluda con los empresarios. .
Inauguración de la planta de YKK Yoshida Argentina, el 11 de octubre de 1984 en el Parque Industrial de Pilar. El intendente de entonces, Luiso Lagomarsino, se saluda con los empresarios. .
Malas señales
En paralelo, su gestión sin sobresaltos comenzó a diferenciarse de su estado de salud. Su situación sólo era conocida por sus familiares, amigos y allegados más cercanos. Tantos años de romance con el cigarrillo estaba pasando factura.
El intendente fue auscultado por el mismísimo René Favaloro en el Sanatorio Güemes, quien confirmó la gravedad del asunto. Su nuera Ana María recordaba que “por estar dando tanto a todo el mundo, a veces no tenía para comprar la sublingual, se la tenían que pagar los amigos. De eso nos enteramos después…”.
En medio de ese panorama sombrío se realizaron las elecciones de 1987, ganadas con comodidad. Tanta era la confianza que ni siquiera se invirtió en campaña, utilizando para los afiches fotos del ’83.
El sábado 12 de diciembre fue el día elegido para la jura y asunción del nuevo mandato. Un rato antes, Oscar y Ana María le dieron la noticia de que sería abuelo otra vez. Luiso estaba convencido de que sería varón, como finalmente sucedió (Federico). Además de Mariana, ya habían llegado Florencia y Hernán, presentes esa tarde en el Municipio acompañando a su abuelo.
Una vez en la calle, ante una multitud se realizó la tradicional jura. Nadie hubiese creído que, en pocas horas, mucha más gente se congregaría en el mismo lugar, pero con la intención de despedirlo.
Esa noche no hubo festejo para él, ya que luego del acto protocolar se fue a su casa. Sin embargo, el domingo recibió una invitación para compartir un asado en el centro tradicionalista El Pial, de la localidad de Zelaya y no se pudo negar.
“Boeri, Lagomarsino está descompuesto”, escuchó Dino, quien lo había llevado al asado. De inmediato lo subieron al vehículo con destino al hospital, a pesar de su resistencia inicial. Los estudios realizados en el Sanguinetti dieron muy mal, por lo que fue necesario trasladarlo de urgencia a bordo de una unidad coronaria al Hospital Italiano. Junto a él viajó Goyete, mientras en auto iban Boeri y Heriberto.
La noche del domingo fue de una larga vigilia para los familiares y amigos. Las comunicaciones no eran ni parecidas a las actuales, por lo que muchos pilarenses no tenían idea de lo que estaba ocurriendo. Recién con el paso de las horas, Radiodifusora América transmitió los partes médicos.
El lunes 14 de diciembre su estado se agravó de forma irreversible, hasta que pasado el mediodía la familia recibió la noticia que nadie quería escuchar: a los 62 años había fallecido Luis David Celestino Lagomarsino.
El multitudinario adiós a “Luiso” Lagomarsino, fallecido el 14 de diciembre de 1987, apenas dos días después de asumir su segundo mandato. Fue la mayor demostración de congoja popular que experimentó la historia del distrito..
El multitudinario adiós a “Luiso” Lagomarsino, fallecido el 14 de diciembre de 1987, apenas dos días después de asumir su segundo mandato. Fue la mayor demostración de congoja popular que experimentó la historia del distrito..
El adiós
Cerca de las 16 se comenzó a organizar el sepelio. Lentamente, la noticia comenzó a propagarse de boca en boca y lo que siguió fue nada menos que la mayor demostración de congoja popular de la historia de Pilar. Quien estuvo allí no se lo olvidará jamás: una multitud se acercó hasta el Palacio Municipal, donde tuvo lugar el velatorio.
En un principio, la capilla ardiente se organizó en Salón de Sesiones del Concejo Deliberante, pero al día siguiente debieron trasladar el féretro a la planta baja ya que existía riesgo de derrumbe por la cantidad de gente. Entre los visitantes estuvo el gobernador recientemente asumido, Antonio Cafiero.
Las líneas de colectivos locales extendieron sus horarios y ofrecieron viajes gratuitos desde los barrios para los vecinos que querían acercarse. Las coronas fueron más de 350, por lo que se necesitaron 16 autos para portarlas, más los coches que acompañaron el cortejo hasta el cementerio municipal.
Mucha gente seguía los acontecimientos incluso en el techo de las bóvedas o trepados a los árboles. En un principio, los restos mortales de Lagomarsino fueron depositados en el panteón de la Asociación Italiana.
Casi como un símbolo de la austeridad que siempre pregonó, el dinero para trasladarlo a un mausoleo propio no salió de las arcas municipales: sus amigos hicieron una colecta para poder pagar la construcción.
Allí reposa desde hace más de 35 años Luis Lagomarsino. El hijo de Atilio y María, el nene que vendía frutas, el albañil que camino a casa les regalaba caramelos a los chicos, el intendente, el vecino común, padre y abuelo. Luiso, el caudillo.