Primera parte

La novela de Luiso: a 100 años del nacimiento de Luis Lagomarsino

Fue el gran caudillo político de Pilar del siglo XX. Boxeador, albañil, recitador y un espíritu solidario que le valió el amor del pueblo.

Por Alejandro Lafourcade 8 de noviembre de 2025 - 09:02

“Que Dios me deje asumir y después que haga lo que quiera…” es la frase que repitió varias veces Luis Lagomarsino a finales de 1987. Amigos y compañeros de la política fueron quienes oían esa frase de boca del caudillo peronista, quien a esa altura ya sabía que sufría de graves problemas coronarios.

Las elecciones de octubre habían sido ganadas y en diciembre sería el acto de asunción para el segundo mandato consecutivo. La ceremonia se hizo y llegó la última ovación, aunque apenas dos días más tarde el Municipio volvería a llenarse, pero para decirle adiós.

Moría el hombre pero nacía la leyenda de Luiso, protagonista de una vida de novela que comenzó hace 100 años y merece ser contada…

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Luis Lagomarsino como subdelegado de Trabajo y Previsión, a principios de los '50.

Luis Lagomarsino como subdelegado de Trabajo y Previsión, a principios de los '50.

Los años mozos

Luis David Celestino Lagomarsino nació el 8 de noviembre de 1925, hijo de Atilio Lagomarsino y su esposa María Rosasco Bacigalupo, quienes llegaron desde Génova allá por 1920 junto a Bruna, la primogénita. Él era peluquero; ella, ama de casa y cocinera experta, incluso hasta con ciertos dotes de curandera. La familia se completó con el nacimiento de Heriberto.

Con los años, el emprendimiento de los Lagomarsino sería el restaurante “El descanso”, ubicado en la actual esquina de ruta 8 y Sanguinetti, gracias a los saberes culinarios de María, la primera celebridad de la familia.

El pequeño Luis fue alumno de la antigua Escuela N°5, para luego pasar por la N°4 de Villa Verde y terminar sus estudios Primarios en la N°1. Desde muy chico supo que tendría que salir a ganarse el pan: cuando aún cursaba 4º grado, con un compañerito (Berberena) vendían frutas que agolpaban en un canasto, haciéndose llamar “Los dos amigos”. En su infancia fue también canillita y cuidador de autos.

Al terminar la escuela, para ese entonces la familia ya se había trasladado a Villa Morra. En su adolescencia, Luiso comenzó a trabajar como albañil e intervino en varias obras importantes, como la construcción del Instituto Verbo Divino y trabajos en la Escuela Nº1.

Ese oficio le haría conocer el amor al quedar deslumbrado con la hija de un compañero de trabajo: Lidia Ambrosini, quien sería su esposa y madre de sus dos hijos, Ana María y Oscar.

Multifacético, en aquellos años fue boxeador amateur (22 peleas, sólo una derrota, de la que se tomó revancha), futbolista del Club Peñarol, actor y recitador. En este último rubro se destacó especialmente, con virtudes que lo llevaron a varias radios y teatros.

Cuando el noviazgo con Lidia se convirtió en matrimonio, ambos se mudaron muy cerca de la casa de Atilio y María, en la calle Sarmiento. A esa pequeña casa (empezaron con una sola habitación) Luiso la fue agrandando con sus propias manos, aprovechando sus conocimientos de albañilería.

De radical a compañero

Mientras Luiso desarrollaba todas esas actividades, el bichito de la política comenzó a picar. Siempre apegado a lo popular, no dudó en identificarse con la Unión Cívica Radical y el recuerdo aún fresco de Hipólito Yrigoyen. De hecho, no tardó en presidir la Juventud Radical de Pilar y estrechar lazos con la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). Heriberto también abrazó con fervor las ideas radicales.

Hubo un día en el que la historia política argentina cambió para siempre: 17 de octubre de 1945. La fecha sorprendió a Lagomarsino en pleno cumplimiento del servicio militar en El Palomar, por lo que no pudo vivir los sucesos desde cerca.

Sin embargo, al terminar la conscripción el joven radical de 20 años se reintegró al trabajo de albañil, pero enseguida notó que los tiempos habían cambiado: sus compañeros, antes radicales, ahora eran peronistas.

El propio Luiso recordaba sobre el viraje: “Pregunté cuáles habían sido las causas de esa transformación y ellos me contestaron: ‘Mirá, acá ahora la campana toca a las 8 y salimos a las 12; toca a las 14 y salimos a las 18. Tenemos aguinaldo y nos respetan como trabajadores’. Ahí notaba en la práctica la justicia social del peronismo y me enrolé en sus filas”.

Así fue como en 1951 comenzó a ocupar el puesto de subdelegado de Trabajo y Previsión. Fue concejal entre 1953 y 1955, pero llegó el golpe de Estado que destituyó a Perón y Lagomarsino dejó el cargo para volver a trabajar como albañil. Ser peronista podía costar la libertad o hasta la vida, por eso el miedo lo hizo enterrar en el jardín de su casa varias pertenencias referentes al General o Evita.

Tiempo más tarde entró a trabajar en la empresa Albayda, ascendiendo hasta quedar como encargado, aunque la situación económica no era buena y mantener a la familia se tornaba cada vez más difícil. Todo comenzó a cambiar al estrechar relaciones con Ismael Ferrarotti, poderoso empresario y político radical pilarense.

Fue Ferrarotti quien le propuso cambiar de empleo, dedicándose a la venta de kerosén en prácticamente todo el distrito. El viraje completo se dio cuando ambos fueron socios en el manejo de la estación de servicio “Mingo”, ubicada en la ruta 8 (por eso se conoce a ese lugar como “curva del Mingo”). Ferrarotti aportó el capital y Lagomarsino la fuerza de trabajo. También formaron parte de la sociedad su hijo y su cuñado.

Luego surgió la chance de comprar una nueva estación de servicio, en el barrio hoy conocido como El Panchito.

EN GUARDIA. Luiso en una foto del año 1944. .
EN GUARDIA. Luiso en una foto del año 1944. .
EN GUARDIA. Luiso en una foto del año 1944. .

Nace un caudillo

En las elecciones de 1973, Perón ya estaba de regreso y Luiso aspiraba a ser candidato a intendente, aunque debía dirimir una interna con otro referente, Héctor “Titi” Canciani.

Una vez más las ilusiones se truncaron: entre internas y conflictos el justicialismo no se presentó en el distrito, por lo que el sorpresivo ganador fue el joven candidato de Nueva Fuerza, Daniel Alberto “Beto” Ponce de León. Hubo 12 mil votos en blanco, más del doble de los que obtuvo el flamante intendente.

Los años oscuros de la dictadura transcurrieron entre reuniones clandestinas y añoranzas de democracia, algo que finalmente ocurrió en 1983. El camino hacia la intendencia incluyó la victoria en una interna contra la lista encabezada por Mario Martínez.

Los candidatos que se disputaban la Comuna con mayores chances eran Lagomarsino por el Partido Justicialista y Edgardo Martignone por la UCR. A su vez, en el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) la candidata era Nélida “Coca” Domenech, quien finalmente entró como concejal.

La noche del 30 de octubre fue de festejo, aunque también se vivió con dolor: horas antes falleció sorpresivamente Américo Vattuone, uno de los grandes caudillos justicialistas de Pilar, el intendente electo que en 1962 no pudo asumir.

El triunfo no dejó dudas: el PJ obtuvo 17.930 votos, seguido por la UCR con 11.535. Así, Pilar fue uno de los apenas 29 distritos bonaerenses en los que se impuso el peronismo.

El pueblo ya tenía nuevo intendente.

(este domingo, la segunda parte de "La novela de Luiso" en pilaradiario.com y El Diario Regional)

FUENTE

"Pilar, un libro de historias", Sergio Abrate y Alejandro Lafourcade. Ed. El Bodegón, 2021.

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