Historia

Cuando Pilar se paralizó para escuchar a la Pelea del Siglo

En septiembre de 1923, Isidro Laroza construyó una radio a galena para que los vecinos pudieran oír el combate entre Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey. El recuerdo a 100 años de un hito histórico.

Por Alejandro Lafourcade 17 de septiembre de 2023 - 08:17

El almanaque marca el viernes 14 de septiembre de 1923. Pilar es un pueblo incipiente, con su Iglesia recién terminada luego de un siglo de obras. Silvio Braschi es el cura párroco y el radical Manuel Martignone está al frente de la intendencia.

La llegada de los medios de comunicación es todavía una utopía, salvo las ediciones impresas de Francisco Lauría. A pocos metros de la plaza 12 de Octubre un vecino del centro, Isidro Laroza, atrae a una gran cantidad de personas ya que el suyo es el único hogar que transmitirá lo que todos quieren oír: el combate entre Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey, la Pelea del Siglo, la gesta por el título mundial de pesos pesados que acaba de cumplir 100 años.

La dirección es San Martín 633, a pocos metros de la esquina emblemática que fue panadería, paseo comercial y un lugar para el recuerdo. Allí vivía Isidro, quien se daba maña para absolutamente todo, un autodidacta con una llamativa habilidad para los trabajos manuales.

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Isidro Laroza, un personaje del centro de Pilar durante el siglo XX.

Isidro Laroza, un personaje del centro de Pilar durante el siglo XX.

Por eso, no extrañó que ante la inminencia de la pelea el vecino construyera una radio a galena, artefacto rudimentario pero efectivo para captar señales que permitiese, al menos durante unos minutos, poder escuchar el acontecimiento deportivo que paralizaba a Argentina y gran parte del mundo.

“Mi abuelo Isidro construyó una radio a galena y puso un parlante en el zaguán de su casa, que después también fue la mía”, confirma Jorge Rodríguez Laroza, nieto del protagonista de esta historia.

Radicado en Italia desde hace dos décadas, Jorge nunca olvida a su abuelo (“murió en 1980 y todavía lo extraño”), al que define como “una persona polifacética, hijo de un decorador francés, Jean Andre La Rose Chelifer, que fue maestro masón y descendiente de nobles”.

Parlante

La pelea tuvo lugar en el Polo Grounds de Nueva York. Era la primera vez que un latinoamericano buscaba el cinturón mundial de los pesados, de allí la expectativa de todo un continente.

A miles de kilómetros, una muchedumbre se juntó en la vereda de los Laroza ya desde bien temprano para no perderse ningún detalle.

“Como en esa época no existían las comunicaciones que vinieron mucho después -indica Rodríguez-, había que ingeniárselas, por lo tanto mi abuelo construyó esa radio a galena y le puso un parlante en el zaguán de mi casa, para que todos los vecinos o transeúntes la pudieran escuchar”. En este sentido, la colocación del parlante fue fundamental, ya que ese tipo de radios solían emitir a un volumen mucho más bajo del necesario para escuchar un evento de esa magnitud.

Combate

Ya son cerca de las 23 en Buenos Aires. El locutor anuncia que se inició el combate. Todos oyen con ansiedad, alguno intenta meter un bocado y se lo silencia al instante. La tensión domina el ambiente.

Hace 100 años, las reglas del boxeo eran distintas: no había límite de caídas ni cuenta de protección. Además, quien permanecía de pie no tenía que ir al rincón opuesto. Apenas suena la campana, Dempsey sale a arrollar a Firpo. A pesar de su guapeza, el Toro Salvaje de las Pampas cae nada menos que siete veces en los primeros minutos del round inicial.

Cuando está por terminar el primer asalto, se para el mundo: Firpo logra conectar un golpe que no sólo hace caer al campeón sino que además lo lanza fuera del ring. Los gritos de júbilo casi tapan el sonido de la radio. Pero en Nueva York pasan cosas raras… el árbitro no cuenta, se distrae forzadamente en otros detalles, Dempsey es ayudado a volver al ring, Firpo nota que su victoria se escurre. Pasan casi 15 segundos hasta que el estadounidense vuelve al cuadrilátero. “¡Ladrones!”, es el grito más escuchado a metros de la plaza pilarense, junto a otras palabras irreproducibles.

El segundo round será el último. Firpo tiene una fractura en el codo pero no se rinde. Dempsey, recuperado tras la ayuda recibida, vuelve a arremeter. El argentino cae dos veces y ya no hay más. Termina la pelea y nace la leyenda en ese mismo instante.

A 8.500 kilómetros de allí, los pilarenses charlan un rato más sobre la pelea. De a poco comienzan a dispersarse, cada uno a su casa por las calles de tierra. Isidro Laroza apaga la radio a galena y cierra la puerta.

Un personaje multifacético

Además de ser el “héroe” que fabricó una radio a galena para que en Pilar se pudiera escuchar la pelea Firpo-Dempsey, Isidro Laroza fue un personaje de múltiples aristas.

Como expresa su nieto Jorge, “hizo y fue de todo, autodidacta de todas sus ocupaciones. Sus deportes favoritos eran el remo y el esgrima”. Entre sus oficios fue armero y también fotógrafo durante una época muy particular: era el encargado de tomarle fotos a los muertos, una práctica habitual en esos años.

Sin embargo, su mayor actividad fue la de relojero, siendo encargado del reloj de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar. “Yo lo acompañaba a repararlo –recuerda Jorge-, tenía engranajes de madera y contrapesos de plomo. Siempre llevábamos un catalejo y desde la torre veíamos hasta la Basílica de Luján”.

Laroza tocaba un instrumento bastante raro, el “serrucho”, al que hacía sonar con un pequeño martillo obteniendo sus notas musicales según la pliega que le hacía a la hoja. Fue también maquillador de los grupos teatrales de aquella época y más… Siempre, según su nieto, con una marca de fábrica: “Todo lo que hacía en su vida estaba rodeado de buen humor”.

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