La Argentina guarda sitios y paisajes maravillosos, muchos de ellos casi desconocidos. Este es el ejemplo del sitio arqueológico “La Tunita”, la “Capilla Sixtina” de nuestro país. Ubicada en las sierras de Ancasti, en la provincia de Catamarca, la belleza de sus cuevas que resguardan pinturas rupestres no tienen nada que envidiarle a la famosa “Capilla Sixtina” del Vaticano.
Este tesoro arqueológico está considerado como uno de los destinos más destacados del noroeste argentino en su especialidad. Es un sitio particular, rodeado por un bosque de cebil, donde la erosión ha formado galerías, cuevas y aleros. Allí, en techos y paredes, se encuentran pinturas rupestres milenarias que expresan la cosmovisión de la Cultura Aguada.
En la Sierra de Ancasti se encuentra La Tunita, un sitio particular, rodeado por un bosque de cebil, donde la erosión ha formado galerías, cuevas y aleros. Allí, en techos y paredes, se encuentran pinturas rupestres que expresan la cosmovisión de la Cultura Aguada.
Cercana a "La Tunita" se encuentra la "Cueva La Candelaria" que también cuenta con magnificas pictografías. En la fotografía siguiente podés apreciar la representación de una danza ceremonial encabezada por dos personajes humanos tocando un tambor, y un gran felino que es llevado por el cuello.
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Pinturas rupestres milenarias. (pueblosoriginarios.com).
Estas pinturas se encuentran en un área protegida, el Parque Arqueológico “La Tunita” que abarca unas 2.000 hectáreas de un entorno natural donde la vegetación oscila entre la ecorregión de transición del bosque chaqueño a las yungas. La geología nos resulta familiar, porque las Sierras de Ancasti, al igual que las de Córdoba, son parte de la misma formación, las Sierras Pampeanas. Sin embargo, aquí maravilla encontrar el bosque nativo casi intacto. En efecto, el árbol predominante, el cebil, crece y cubre las laderas orientales de las montañas hasta altitudes que oscilan entre 700 y 1.500 metros sobre el nivel del mar. Este tapizado de frondosas copas verdes impide la erosión hídrica y es refugio de rica fauna. El lugar, al que sólo se ingresa con guía autorizado, es de relativamente fácil acceso.
La caminata resulta suave y tranquila bajo la sombra de los árboles. Al fin, tras una marcha de poco menos de una hora, se llega sitio principal que se encuentra dividido en dos sectores, separados pocos metros.
- " La Sixtina", exhibe las pictografías más famosas del Ancasti. Son grandes y dinámicas. Motivos antropomorfos con vestimentas de felinos, con pipas y en posición de baile, como el célebre “Danzarín”; el chamán en una escena de sacrificio, los colores rojos de la sangre fluyendo del instrumento; las flechas, las fauces abiertas, los dientes afilados; las cruces que representan los puntos cardinales...El cuadro parece en movimiento. Gran cantidad de pinturas dibujadas por la antigua cultura de La Aguada, probablemente entre los años 500 y 1.500, comienzan a desfilar. Emociona, da escalofrío imaginar que estamos acostados en un sitio sagrado y que los dibujos que contemplamos podrían tener más de 1.000 años. Los arqueólogos han comprobado que estos motivos fueron pintados en forma sucesiva: sumaron unos después de otros en el tiempo hasta completar el "cuadro" que vemos hoy, comenta la Fundación Azara en sus escritos.
- "El Hornero", otro de los espacios presentes, presenta un recinto anterior con buena iluminación y otro posterior a media luz. En el primero están los motivos atribuidos a "La Aguada" y en el otro las pictografías zoomorfas y geométricas en color blanco, que serían de tiempos más recientes.
Según el arqueólogo Domingo Carlos Nazar "las investigaciones sugieren que las pinturas eran preparadas con yeso, cal, savia de cactus y pigmentos. Posiblemente, también con polvo de hueso, sangre y cebil".
"La Tunita" se encuentran en un área arqueológica protegida. (La Voz).jpg
"La Tunita" se encuentran en un área arqueológica protegida. (La Voz).
El visitante queda hipnotizado y hechizado de tanta belleza y paz. A diferencia de otras pictografías, “La Tunita” sorprende porque los dibujos se ven de cerca, casi pegados a la cara. Mientras uno permanece bajo ese alero mirando las imágenes de animales y figuras humanas, puede imaginar a sus creadores mezclando yeso con savia de cactus, con sangre y semillas de cebil. O moliendo huesos, mezclarlos con sangre para luego grabar en las piedras hace cientos de años.
¿De dónde provinieron esas formas tan llamativas y únicas? La teoría más aceptada sugiere que los pueblos originarios del lugar recolectaban las semillas del cebil, las tostaban y las molían en morteros de piedra. Después fumaban ese polvo con pipas y así se lograba la comunicación extrasensorial con los dioses. Para ellos, ese árbol era sagrado y poseía propiedades mágicas. Incluso se mascaban sus hojas para tener mayor resisten
“La Tunita” nos hace sentir que dentro de un mundo sobrenatural, sacro, ancestral. Dinámicamente eterno. Cualquier época del año es buena para visitar La Tunita. Si van en verano, no olviden llevar sombrero, bloqueador solar y agua. El calor es muy intenso y no hay dónde resguardarse ni comprar nada.
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