Por Fernando Morales*
Desde sus primeras charlas con El Diario, hace ya más de 10 años, Franco Colapinto ya tenía la mira puesta en la Fórmula 1 y dejaba claro que no seguiría el camino tradicional del automovilismo argentino. Por Fernando Morales.
Por Fernando Morales*
En la redacción de El Diario se me atribuye el “descubrimiento” de Franco Colapinto, un honor anecdótico y humilde en lo personal que tomo como excusa para sumarme a la gran noticia deportiva de la semana: Argentina vuelve a tener un piloto en Fórmula 1, y es de Pilar.
Pasó más de una década desde que el apellido Colapinto se mencionó por primera vez en la vieja redacción del diario. No recuerdo con exactitud ese primer momento, pero sí recuerdo que nos llamó la atención lo extraordinariamente rápido, constante y ganador que parecía ser este pibe.
En la sección deportiva del diario, junto con Martín Antoniazzi y Walter Cricrí, estábamos siempre al acecho de cualquier talento local. Si había un pilarense jugando en la segunda división del fútbol turco, estábamos al tanto. Cuando leímos sobre Colapinto, que ya venía con un par de laureles, lo anotamos. Y como me tocaba cubrir automovilismo, fui uno de los encargados de seguir más de cerca la actividad de Franco.
Para mantenernos al tanto de su evolución, en esos primeros años nos apoyamos en la palabra de su padre, Aníbal, quien accedió a varias entrevistas en el programa La liga Radio que hacíamos en FM Plaza. Fue él quien nos anticipó el primer gran salto de Franco: en abril de 2016 nos contó que viajaría a España para competir en el Mundial de Karting. Ese fue el primero de muchos viajes que lo llevarían a pisar fuerte en el automovilismo europeo.
Luego entrevistamos a Franco un par de veces antes de su primer título en karting, en lo que bien pudieron ser las primeras entrevistas radiales -no tengo pruebas, pero tampoco dudas-. Desde entonces, Franco tenía un objetivo claro: llegar a la Fórmula 1. Recuerdo bien cuando, en una charla en FM Plaza, subrayó su deseo de hacer carrera en los monoplazas, diferenciándose de otras jóvenes promesas locales que seguían los pasos más convencionales del automovilismo argentino. "No miro mucho automovilismo local, no me interesan los autos de turismo; quiero hacer carrera en las fórmulas", dijo, con la convicción de quien sabía exactamente lo que quería.
En aquellos años, el automovilismo pilarense estaba en auge, con Matías Rossi como referente indiscutible a nivel nacional y otros pilotos como Martín Vázquez o Diego Azar abriéndose camino a fuerza de victorias. Pero Franco tenía una visión distinta. Sabía que para llegar a la Fórmula 1 debía competir en fórmulas. Las opciones para un piloto argentino que soñara con la Fórmula 1 eran, y siempre han sido, escasas. Por entonces, el mundo tuerca todavía trataba de asimilar la oportunidad que se le negó a Pechito López en el equipo Renault, otro recordatorio de lo difícil que es asegurar una butaca en la máxima. Franco mantuvo su convicción. Recuerdo que lamentó la falta de oportunidades para desarrollarse como piloto de fórmulas en el automovilismo local, pero sin detenerse a polemizar. Él ya sabía que el destino estaba afuera.
El resto es historia reciente. Este domingo, como tantos argentinos, estaré frente al televisor, con el mate y el desayuno listos, para ver a Franco Colapinto en la grilla de un Gran Premio de Fórmula 1. Este joven de Pilar, que alguna vez fue solo un nombre nuevo en la redacción, hoy es la gran esperanza del automovilismo argentino.
¡Qué sea gloria, Franco!
*Experiodista de El Diario y FM Plaza 92.1.