Trotamundos
Nació con el nombre de Tibor Goldemberg el 28 de mayo de 1918, en la ciudad de Nitra, Checoslovaquia, en este momento parte de un Imperio Austro Húngaro que se estaba desintegrando.
Desde muy joven tuvo dos pasiones: el deporte y la filosofía. Cuerpo y mente. Se destacó en waterpolo y fue campeón nacional de lanzamiento de bala, mientras que al mismo tiempo se formó en humanidades y se recibió de bachiller.
A los 18 años realizó un periplo con dos amigos, atravesando el este de Europa hasta llegar a Yugoslavia y de ahí pasando al norte de África, como mochileros. A su regreso viajó a Londres para estudiar la carrera de Filosofía y aprendió jiu-jitsu.
En un reportaje a Canal Pilar, su hijo Gary relató hace unos años que en ese momento “se inició la Segunda Guerra y quedó aislado de su familia. Ya se conocía con Eva, mi madre, quien también estudiaba allí y se casaron en Inglaterra, donde nació su primogénito, Eduardo”.
Por particularidades de la guerra se abrió una convocatoria para alistarse en el ejército en Ecuador, como parte de una especie de milicia internacional por una presunta invasión en la zona de las Islas Galápagos, algo que no ocurrió. Su espíritu inquieto lo hizo viajar con su familia en barco desde Liverpool para forma parte de sus fuerzas armadas.
Allí se hizo amigo del hijo del presidente de Ecuador y hasta le dieron grado de capitán del ejército ecuatoriano, pero Tibor tenía inquietudes y nunca paraba de leer y formarse, especialmente sobre los mecanismos de la mente humana.
Como Hércules
Tras darse de baja en el ejército ecuatoriano, Tibor (ya con el apellido Gordon) decidió apostar fuerte al sostener a su familia con espectáculos de demostración de fuerza: así empezaron los shows en los que cinchaba contra 20 personas, domaba a un toro o se ponían un adoquín de 150 kilos en su cabeza, para que dos personas lo rompieran con mazas…
A pesar del éxito, parecía no encontrar su lugar en el mundo. De Ecuador siguió hacia el sur por Perú, Bolivia y Chile, hasta que en 1944 arribó a Buenos Aires, ya con su segundo hijo, Gary, nacido el año anterior en tierras bolivianas.
El FF.CC. San Martín los dejó en Retiro y el taxista los llevó por iniciativa propia hasta el Hotel Confortable, en Constitución, cuyo dueño era nada menos que Jaime Torres, leyenda del folklore. Sólo tenía 500 pesos en el bolsillo pero en el hotel les aseguraron casa y comida por dos meses, lo que le dio aire para poner en marcha su plan.
Consigo llevaba los recortes periodísticos de sus hazañas de fuerza en Sudamérica, por lo que fue golpeando puertas para encontrar quien interesados en montar sus eventos en el país.
Así llegó incluso hasta el Luna Park y la cancha de San Lorenzo de Almagro, el mítico Gasómetro de Avenida La Plata. En Argentina, uno de sus espectáculos más asombrosos fue cuando se colocó una tabla sobre el abdomen y dejó que un camión le pasara por encima.
Su fama creció de manera exponencial y hasta llegó a editar una revista, llamada como él. Dirigida por Héctor Blaseotto, aparecía los miércoles y tenía 48 páginas, varias de ellas en color.
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Una de las tapas de la revista Tibor Gordon, cuando en Argentina ya había alcanzado la popularidad por sus demostraciones de fuerza.
Pero sus inquietudes pudieron más y decidió en forma intempestiva abandonar los espectáculos. Su pasión por explorar la mente y el comportamiento humano era genuina y así siguió estudiando sobre el tema, incluso con el propio Enrique Pichon-Riviere, uno de los padres de la psiquiatría argentina.
Te escucho
Si bien no era médico ni psicólogo, sus dotes para escuchar, guiar y aconsejar cautivaban a quienes le contaban sus inquietudes y problemas, por lo que fue conformando un núcleo de seguidores. Así se fundó la organización Hermandad de la Fuerza Vital, donde se daban charlas y conferencias.
En paralelo, con cuatro amigos Gordon compró hectáreas en Entre Ríos, donde inició su vida como empresario del campo, pero nunca dejando de escuchar a aquel que lo necesitaba.
Corría ya la década de 1950 cuando apareció la oportunidad de adquirir un campo en Manzone, un paraje del Partido de Pilar, 38 hectáreas en las que instaló un tambo. Nadie presagiaba que estaba naciendo un fenómeno popular para la zona.
Cada vez que iba a Manzone los fines de semana había cada vez más gente que quería hablar con él, por el rumor que afirmaba que el dueño del tambo era un hombre cargado de sabiduría que tenía un discurso que hacía bien al alma y permitía ver las cosas de otra manera.
Ante la concurrencia cada vez mayor se decidió a abrir un salón de conferencias. Allí, en el medio de la nada, sobre un camino intransitable, a dos kilómetros de la futura estación de Villa Astolfi, en ese momento el apeadero kilómetro 52.500…
Así se construyó el casco de lo que sería el predio, al tiempo que se forestaban los alrededores. Una vez inaugurado, la cantidad de asistentes comenzó a aumentar cada vez más. Nacía Arco Iris.
Hermano Mayor
El caudal de público propulsó el nacimiento de Arco Iris SRL Institución de Beneficencia y Cultural, a fines de la década de 1950, donde Tibor era el Hermano Mayor que daba charlas y escuchaba a la gente. Se pagaba una cuota mínima y el lugar creció tanto que llegó a tener bolsa de trabajo, asesoría legal y tramitación de jubilaciones.
Allí iba Gordon los viernes, sábados y domingos, ataviado con un poncho multicolor y una seña que todos repetían: el pulgar unido al meñique y los dedos índice, mayor y anular levantados, simbolizando a la ganadería, la agricultura y la industria. El resto de la semana vivía en su casa porteña, ubicada frente al Parque Saavedra.
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Uno de los tantos recuerdos de la Institución Arco Iris, ubicada en Manzone.
“Era un hombre con mucha energía y la transmitía -dice su hijo-. Tenía el don de la palabra y sabía cómo apoyar, alentar y guiar. Desde gente necesitada hasta empresarios potentados, todos querían que Tibor Gordon les diera fortaleza espiritual”.
Incluso iban a Manzone personalidades como Palito Ortega, Carlos Monzón, Pinino Mas, Horacio Accavallo y Miguel Ángel Brindisi, a quien Gordon lo ayudó a solucionar el asma cuando era un nene de 5 años y se entabló una relación de por vida.
A pesar de que no recetaba remedios ni aplicaba tratamientos, debió afrontar siete juicios por ejercicio ilegal de la medicina, saliendo absuelto en todos ellos. Además, cada 28 de mayo el cumpleaños de Tibor Gordon era motivo de eventos multitudinarios con hasta 15 mil personas.
Fin del sueño
La utopía de Arco Iris llegó a su fin de manera abrupta. A fines de junio de 1985, mientras atendía a sus seguidores, Tibor -por ese entonces de 67 años- sufrió un ataque de presión a pesar de buena salud y la ausencia de antecedentes.
Ante la desesperación de todos los presentes fue trasladado en una ambulancia desde Pilar hasta el Hospital Italiano, pero el cuadro era tan grave que el Hermano Mayor cayó en un coma irreversible.
Tras 13 días de internación, Tibor Gordon murió el sábado 6 de julio de 1985. Por decisión de su familia, sus restos descansan en una bóveda del cementerio de Pilar, el pueblo que lo enamoró para siempre y en el que cautivó a las masas con sus dones para explorar el alma y el espíritu.
Fuentes:
-“Pilar, un libro de historias”, Sergio Abrate, Alejandro Lafourcade.
-Archivo Canal Pilar.