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Del Pilar Viejo a la ciudad actual

Una historia marcada por la tenacidad de su gente

El primer asentamiento de la ciudad estuvo levantado a orillas del río Luján. Fueron las inundaciones las que decidieron su actual emplazamiento. El pueblo se trasladó en 1821.

Por Redacción Pilar a Diario 9 de octubre de 2022 - 00:31

El primer asentamiento de la ciudad estuvo levantado a orillas del río Luján. Fueron las inundaciones las que decidieron su actual emplazamiento. El pueblo se trasladó en 1821.

El plano que da origen al centro de la ciudad de Pilar, tal como hoy se conoce, data del año 1857. Más allá del estilo que actualmente parece arcaico a la luz de la posmodernidad, la traza de calles y avenidas es perfectamente reconocible para quien recorra, en estos días, las cuadras que rodean la plaza 12 de Octubre.

Pero poco tiene que ver esta ciudad actual con los asentamientos que la precedieron, salvo por el empuje que le llevó a sobrevivir y desarrollarse, pese a las inclemencias de la naturaleza y de los propios hombres.

La ciudad no nació en el sitio donde hoy la encontramos, sino a la orilla del río Luján, que fue al mismo tiempo solaz y castigo para los primeros pilarenses.

Sus aguas, que alimentaron el cuerpo y el espíritu de aquellos pioneros, los obligaron y empujaron a la vez a buscar lugares más propicios para el desarrollo humano que hoy se conoce.

Pilar Viejo

Nacido como un puesto de guardia custodiado por un puñado de soldados aragoneses, el primer poblado -conocido hoy como “Pilar Viejo”- se asentó junto a la margen derecha del Luján, próximo al Camino Real (o Viejo) que fue transformado por los años y el progreso en la actual ruta 8.

Un pequeño núcleo humano, que en 1744 superaba apenas las 20 personas, comenzó a crecer en el lugar. El origen fundamental de la ciudad -que le dio nombre, identidad y cultura propios- se gestó alrededor de la Capilla Nuestra Señora del Pilar, centro mismo del asentamiento y sitio aglutinante de veneración religiosa.

Conservada por María Cabezas -una de aquellas primeras pobladoras-, una pequeña réplica de Nuestra Señora del Pilar se convirtió en centro de culto, privado primero, público más tarde.

Ya en 1750 el número de vecinos originarios se había incrementado y la capilla fue erigida Vice parroquia de Luján, hecho religioso que sirvió de antecedente a la autonomía política de lo que sería luego la sede del actual distrito. Para esto debieron pasar todavía más de 20 años.

En 1774, el Cabildo de Luján decidió que los vecinos del lugar eligieran a sus propias autoridades. La villa se denominó Partido del Pilar, por tener, las tierras como centro, a la parroquia del mismo nombre.

Pero la vida en el Pilar Viejo no era sencilla: levantado en medio de tierras bajas, las aguas del Luján se hacían dueñas de la población en cada crecida.

El cura vicario Luis Antonio García de Tagle escribió en 1789 -por pedido de los vecinos- una carta al virrey Antonio Olaguer Feilú en la que explicaba la situación: “...El terreno en el que en que estaba situada la antigua capilla y está hoy la parroquia aumentada es un gran bajío lleno de bañados que, impidiendo en tiempos lluviosos las entradas por su circunferencia si no es por un paraje, perjudica la permanencia del edificio y la erección de otros...”.

Así, en 1797, vecinos del Partido se congregaron junto al alcalde y juez real, Martín de Aranes, y el propio cura vicario, García de Tagle, para tratar el traslado de la parroquia “del lugar y el paraje en que hoy se halla a otro de mejores proporciones, teniendo en consideración varios urgentes y graves motivos”.

El pronóstico de los vecinos fue corroborado por Tagle y por los especialistas designados al efecto por las autoridades centrales: si la situación no era modificada, la parroquia no duraría en pie.

En 1818, todo estuvo listo para el traslado de Pilar a una loma distante unas cinco leguas del emplazamiento original. Según una resolución del Cabildo, se levantaría “Nueva Buenos Ayres”, denominación oficial que nunca fue utilizada en documentos eclesiásticos ni seculares. Los lugareños defendieron la denominación de Partido del Pilar, conservada hasta nuestros días.

Hacia el futuro

Trámites engorrosos, dineros que nunca eran suficientes, marchas y contramarchas fueron obstáculos para las voluntades férreas que, con la misma terquedad con que se construye el futuro, levantaron uno a uno cada ladrillo del nuevo Pilar.

Recién en 1821 -un año después de que la zona entrara a la historia de la unidad nacional con la firma del Tratado del Pilar, aún en el pueblo viejo- comenzó la construcción de la actual parroquia, todavía sin un plan rector para la ciudad que la rodearía. Debieron pasar 35 años para que la iglesia estuviese terminada.

Un año antes, en 1855, Pilar eligió, por voto, su primera Junta Administrativa, formada por Fermín Gamboa, Victorio Carrión, Silverio Basabé y Luis Ponce de León. La junta se renovó cada 4 años hasta 1912, cuando fue electo el primer intendente de Pilar, Tomás Márquez.

Entre ventas y donaciones a Lorenzo López, ecónomo de las obras de la parroquia y el pueblo, las tierras de Pilar fueron dejando de lado su antigua estructura de propiedad y se centralizaron, por su traspaso a la Municipalidad, en manos del Estado.

El primer plano de la ciudad del que se tenga registro fue elaborado en 1822, con un espacio para la capilla frente a una plaza circular atravesada en cruz por dos avenidas principales.

Pero es el trazado de 1857 el que dio su actual apariencia al ejido urbano del centro pilarense.

Tres calles organizadas de norte a sur y otras tres de este a oeste atravesaban la plaza. A su alrededor se armó una prolija cuadrícula que luego, con los sucesivos loteos, fue tomando su actual apariencia.

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