Mundo Carrie

Viaje al interior de Carri Bencardino, artista plástica, música y exponente de una nueva camada de jóvenes que pisará fuerte.

10 de junio de 2014 - 00:00

Vestida de negro, una joven de 20 años le recita un texto a un maniquí en plena plaza de Pilar, un lunes al mediodía, ante la mirada incrédula de los peatones. Es el acto más reciente de Carrie Bencardino, una de las artistas locales de la nueva camada, que irrumpe sin etiquetas y, sobre todo, sin miedo.

Estudiante del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA), Carrie es artista plástica, tecladista y ahora le ha sumado performances como la mencionada. Además, acaba de actuar en un videoclip. “Fue una buena experiencia, nueva, traté de aprender todo lo que podía”, asegura.

“Hoy en día estoy dándole prioridad a mi obra pictórica y visual, incursionando en performances e instalaciones. En lo que más vine laburando es en la pintura, ahora estoy más encaminada en forjar mi propio estilo y estética”, indica.

En cuanto a música, Carrie es tecladista de La Esfera, banda formada en la década de 1990 y que aún conserva tres miembros originales. Su ingreso, el año pasado, fue bastante sorpresivo: “El cantante me conoció en una muestra y me invitó a pintar mientras tocaban. Después surgió lo del teclado y debuté sin ensayar, me gritaban los acordes en el momento e improvisaba… fue una prueba de fuego que salió bien”.

 

Inquietante

A la hora de definir su obra indica que “mi pintura es bien contemporánea, uno de mis motores es no tener miedo a ese monstruo que es la posmodernidad. Hoy en día es muy difícil encasillar y poner etiquetas”.

A su vez, considera que “la obra es monstruosa (sic) de por sí, tiene colores pasteles, algo infantil y hasta cursi, pero al mismo tiempo tiene algo monstruoso… Me considero un reflejo de esta era, que es monstruosa. Defino a mi pintura como algo inquietante, me gusta jugar mucho con lo estático que en realidad no lo es. La gente ve algo que se queda quieto y se inquieta, está acostumbrada a lo efímero, al zapping, al movimiento constante”.

 

Estática

La instalación en la plaza ya terminó. “Este maniquí se llama Olivia y lo tengo hace un tiempo –explica-. Estuve un rato recitándole, otro rato le grité a la gente lo que había pensado… Documenté algunas caras, estuve filmando, una señora se detuvo y me hizo una devolución. Fue muy interesante para mí. Incluso vine en colectivo desde mi casa y quise ver cómo reaccionaba la gente al verme con él”.

“Esta es una era podrida, todos somos parte de la podredumbre. La diferencia es que el artista lo ve y no se asusta, lo toma y hace obra con ello. Todos somos maniquíes que al final del día nos guardamos en la cama. Sólo que la sociedad se preocupa en encubrirlo, o a lo sumo habla del suceso con nostalgia por épocas pasadas en las que las cosas eran diferentes. Pero la realidad es que esta era no permite nostalgias, y es iluso y cómodo aferrarse a eso”.

 

“Por eso es que los artistas de esta generación, si bien pasamos en algún momento por la melancolía sobre algún pasado que ni llegamos a conocer, tomamos el reto de agarrar este momento por las astas y trastocarlo. A esto iba con lo que dije inicialmente, sobre el no-miedo a la contemporaneidad. Lo posmoderno es un monstruo que te come y vomita, y vos lo comés a él y lo vomitás también... y de ahí surge la obra”. 

Carrie expondrá este viernes en Steparius Bar, y el 20 tocará con La Esfera en Mala Vida, San Telmo. “Haciendo algo obvio y literal no se gana nada, quizás se puede modificar un poco más el bocho de la gente con algo inquietante, que te haga pensar: ¿por qué me asusta una mina hablándole a un maniquí en la plaza, mientras veo todo el tiempo cosas mucho peores?”

 

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