APUNTES DESDE LA OTRA VEREDA: Sobre “Lombrices”

por Hernán Deluca

15 de septiembre de 2010 - 00:00

 

 

 

Lo que dice Wikipedia: Los lumbrícidos (Lumbricidae), comúnmente denominados lombrices de tierra (las que están en el jardín de nuestras casas, las que usamos para pescar), salen de noche a explorar sus alrededores. Son animales muy beneficiosos; mientras excavan para hacer sus túneles, ingieren partículas del mismo suelo y llegan a digerir cualquier resto orgánico, (por ejemplo; pedacitos de Rodhesia).

La época más propicia para la lumbricus terrestris es cuando el clima es húmedo y cálido, momento propicio para salir a la superficie y procrear. Días emblemáticos: 18 y 25 de septiembre. 

Si bien son hermafroditas, ya que poseen órganos reproductores masculinos y femeninos, las lombrices necesitan aparearse como locas. ¡En un año dos elencos estrenan sus respectivos trabajos, se juntan y generan otro!

Lo que dice la sinopsis: “Lombrices”, la obra de Pablo Albarello, cuenta la historia de Consuelo y Martirio, dos mujeres que, recluidas en un edificio de departamentos, habitan un mundo paralelo, saturado de alucinaciones y nostalgias por un pasado mejor. La realidad exterior sigue por sus carriles normales, pero ellas no tienen ni quieren saberlo. Allí están, entre contactos con el más allá y la confesión de un amor prohibido, viviendo pequeñas rutinas, tan macabras como delirantes.

Esa es tan sólo la superficie, para saber un poco más deberán raspar la pared.

Ahora, lo que dice la experiencia. Este proyecto teatral, resultado de un largo proceso, surgió hace un par de años. Primero, tomó color con la amistad surgida entre Martín Simeoni y quien suscribe, fortalecida en los últimos Encuentros de Teatro realizados en nuestra ciudad; luego, con aquella fecha compartida de 2008, donde ambas estéticas (Comedia del Pilar y Rozza Orzuzza), se dieron la mano sobre el escenario del Lope de Vega. De aquel gesto a este otro sólo era cuestión de dar con el material apropiado.

Y, fueron esos antecedentes, más los ríos de vino tinto que han corrido por nuestras gargantas, los que nos llevaron a este presente auténtico. 

Buscamos material, tiramos títulos sobre la mesa, tomamos más vino y apareció “Lombrices”. Una lectura rápida y ya deseaba ser Consuelo Rampoldi, esa señora tan lejana como inquietante.

Releyendo el párrafo inicial de esta columna puedo comprender que todos aquellos que hacemos teatro en Pilar nos parecemos bastante a estos invertebrados que viven bajo tierra. Trabajamos en la oscuridad, nos alimentamos de la realidad que nos rodea y, más allá de ser ignorados por propios y extraños, seguimos dándole curso a nuestra naturaleza. Si no actuamos, si no contamos historias, dejaríamos de retorcernos. Dejaríamos de respirar. Por eso, resistimos, en esta resistencia de la que nadie se entera. Lo dice Consuelo: “Lo que vale es el gesto, la decisión de ruptura. Signo lógico de una realidad latente que, aunque fracasa, jamás pierde su fuerza simbólica”.

Al menos, por ahora, nadie pudo usarnos como carnada.

 

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