por Víctor Ejgiel
Esta semana se inauguró como todos los años la muestra anual de ganadería de la Sociedad Rural Argentina. Recuerdo cómo en otros años era uno de los puntos infaltables de visita con el colegio, todos paseábamos mirando qué era el campo en nuestro país, cómo se esmeraba cada productor para llevar a ese lugar lo mejor del rubro.
Lamentablemente hace ya más de un año atrás comenzó una lucha entre Gobierno y dirigentes del campo que desvirtuó mucho de lo que tanta gente, lejos del poder político, pone el pecho todos los días desde muy temprano en cada estancia, tambo, criadero o pequeño campito.
Esta discusión esencialmente política nos enfrentó a unos con otros, cada uno defendiendo su postura desde el conocimiento, desde el pensamiento o simplemente desde los ideales. Se llegaron a decir cosas terribles, de uno y otro lado, cosas que nada tenían que ver con la producción misma, con el laburo del campesino, patrón o empleado, campesino al fin.
Mucha gente se hizo famosa, personas que tal vez nunca quisieron serlo y otras que parece que desesperadamente habían estado esperando este momento. Que la burocracia del campo tenía sus negociados con el mundo, que el Estado le saca mucha plata al campo, ya pasó un año, muchas cosas se saben lungas, y muchas otras nuevas hemos conocido, y un nuevo congreso ya no tan sometidamente levantamanos, tiene la posibilidad de decidir cuál es el tributo que esa parte de la producción nacional debe ofrendar.
Las retenciones a los productos del campo pueden quedar iguales, pueden bajar o pueden desaparecer, eso es otro tema. Pero en este hermoso país donde no hay pasto hay piedra, y debajo de la piedra hay minerales, muchos, que seguramente habrá en otros lugares del mundo, pero en ninguno es tan fácil extraerlos.
Los pliegues que formaron la Cordillera de Los Andes elevaron minerales del interior de nuestro planeta a lugares más fácil de extraerlos, y las diferentes políticas, nacionales y provinciales hicieron de este lado de la cordillera, el más barato. El problema es que la depuración de estos minerales entre los que se encuentran el mismísimo oro, requiere de distintos químicos que nunca son tratados como corresponde antes de librarlos al propio trabajo de la naturaleza. Pero como por esos lugares vive poca gente, no hay televisión, no hacen “quilombo”, se permite hacer lo quieran.
Distintas empresas, en mayor cantidad extranjeras, se dedican a destruir montañas enteras sin importar lo que quede de ellas, y es lógico, no tienen sentimientos con esas piedras, no son su país. Sí es el país de quienes debieran prohibir o por lo menos controlar cómo y cuánto se hace en contra de la naturaleza de nuestra naturaleza, de nuestro país.