Cerca de Comodoro Rivadavia, en la Patagonia, Rocas Coloradas, combina estepa, mar y geoformas rojizas en un recorrido único bautizado Full Day. Detalles.
A tan solo 20 kilómetros al norte de Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, la Patagonia cambia de piel. La estepa se encuentra con el Atlántico y las piedras se tiñen de rojo intenso, dibujando un escenario que parece de otro planeta. Así se presenta Rocas Coloradas, un Área Natural Protegida que recorre 30 kilómetros de cerros, valles, playas y fósiles que narran la historia de la Tierra.
Rocas Coloradas es un verdadero muestrario geológico y paisajístico de la Ruta Azul que impacta tanto a viajeros locales como a turistas extranjeros. Lo que más destacan es la diversidad de paisajes en tan poco espacio: en un mismo día se pasa del silencio rojizo de un valle al horizonte abierto del océano, de un bosque petrificado a las huellas frescas de un felino.
El nombre “Rocas Coloradas” proviene de la tonalidad rojiza del suelo y las aguas, resultado de factores geológicos, climáticos y ecológicos. La región posee suelos pedregoso-arenosos con escasa materia orgánica, ricos en cantos rodados y cenizas volcánicas. Terrazas y mesetas aplanadas, sierras bajas de bordes redondeados y la intensa erosión completan este paisaje singular.
Las lagunas rojas, como las del “Valle Lunar”, se formaron hace unos 55 millones de años. Allí pasaba un río cuyos vestigios se conservan en la actualidad. La interacción de la composición mineral del suelo, la presencia de microorganismos y las condiciones climáticas explican el color intenso del agua.
QUÉ HACER EN ROCAS COLORADAS
El guía local Martín Pérez, pionero en llevar turistas a este rincón, diseñó un circuito que resume la esencia del lugar. La excursión, bautizada Full Day, arranca en el centro de Comodoro a las 9.30 y se extiende hasta el atardecer.
En el camino se encadenan paradas con nombre propio: el Faro, Caleta Córdova, el Pico Salamanca, el Valle de Marte, el Cerro de Colores, el Monte de los Meteoritos y el Bosque Petrificado. “Cada atractivo tiene su belleza y, desde las alturas, es posible contemplar la inmensidad de todos juntos. Ves paisajes distintos todo el tiempo, eso es lo que lo hace único”, asegura.
La experiencia no se limita a la geología. Guanacos en tropilla, choiques, zorros colorados, aves de rapiña y hasta huellas de puma en invierno completan el cuadro natural. Y en cada descanso, Pérez, descendiente de tehuelches, suma otra dimensión: la cultural. Comparte palabras en lengua originaria, revive leyendas y habla de los antiguos senderos de los guanacos, que aún hoy se caminan.
Uno de los momentos más esperados llega al mediodía, cuando el grupo se detiene en un refugio de pescadores para almorzar frente al mar. Allí, en un espacio sencillo frente al Atlántico, el guía enciende el fuego y cocina al disco mientras los viajeros caminan por la playa. “Es un contacto directo con el mar y la naturaleza”, describe.
El recorrido es una inmersión en la Patagonia más auténtica, donde la naturaleza se muestra en estado puro y la cultura local le da un sentido más profundo al viaje. Rocas Coloradas no se visita, se vive: se camina, se contempla y se guarda en la memoria como una experiencia que deja una huella, una anécdota, o varias de ellas.
DETALLES PRÁCTICOS