En la Parroquia

León Gieco cantará en Pilar para homenajear a una religiosa comprometida con el distrito

Evelyn Lamartine era francesa y trabajó durante varios años en la zona de Villa Astolfi y Manzone. Era la madre superiora de las dos monjas de su misma nacionalidad desaparecidas durante la dictadura. Hoy se realizará una Misa en su honor.

12 de diciembre de 2024 - 09:40

Esta noche, León Gieco llegará a Pilar para participar del homenaje a Evelyn Lamartine, religiosa oriunda de Francia que dedicó su vida al trabajo social con los más pobres, estrechando fuertes lazos con la comunidad local.

El acto tendrá lugar a partir de las 20, en la Parroquia Nuestra Señora del Pilar y el cierre contará con un pequeño espectáculo a cargo del autor de "Solo le pido a Dios".

La ceremonia religiosa estará a cargo del obispo Pedro Laxague, cabeza de la Diócesis Zárate-Campana. Luego de la Misa homenaje se descubrirá una placa en su honor.

"Evelyn tuvo un rol valiente y comprometido durante la dictadura -destacó el docente Hernán Nemi-, arriesgó su vida para intentar salvar a sus compañeras. Trabajó siempre por los más necesitados, en sus últimos años en la localidad de Manzone, y vivió en una pobreza inmensa". Además, recordó que "donaba sus colchones y estufas a sus vecinos pobres y dormía sobre un colchón de 10 centímetros de espesor".

Nacida en 1933, la Hermana Evelyn sintió desde pequeña un fuego interior que la llevó a defender causas obreras e ideales de liberación. Así fue como, en una decisión de la que ella misma confesaba haberse sentido sorprendida, se ordenó en la Congregación de las Misiones Extranjeras.

Su deceso se produjo en el año 2022 a los 88 años en el Hogar de Ancianos Silvio Braschi, donde pasó los últimos años de su vida, por un paro cardíaco.

El horror

En su labor de ayuda a los más necesitados, Lamartine era la madre superiora de Alice Domon y Leonie Duquet, religiosas francesas secuestradas en 1977 por la dictadura y posteriormente asesinadas. El caso es uno de los más emblemáticos del período que ensombreció al país hace más de 40 años.

El 8 de diciembre de 1977 fue secuestrada Alice Domon de la Iglesia de la Santa Cruz, junto a otros ocho familiares de desaparecidos. El 10 se llevaron a Léonie Duquet de la parroquia San Pablo, de Ramos Mejía. Con el tiempo se supo que ambas fueron llevadas a la ESMA.

“Acompañé a Alice a tomarse el colectivo y ya no la volví a ver”, relataba al recordar esos días grises. Desde un principio, Evelyn pidió por la aparición con vida de sus compañeras.

Ante este panorama sombrío, Lamartine presentó sin éxito un hábeas corpus por sus compañeras. Incluso ayudó a Yvonne Pierron -otra monja señalada por la dictadura- a salir del país y exiliarse en Francia.

Incluso en aquellos años entabló una relación cercana con otro religioso que trataba de conocer el destino de los curas jesuitas: Jorge Bergoglio, convertido en 2013 en el Papa Francisco. En las últimas horas, se le llevó al Pontífice la noticia del fallecimiento de su vieja amiga, a través del Nuncio Apostólico.

Vecina

Con el tiempo, Evelyn Lamartine se radicó en Villa Astolfi, donde desarrolló una importante tarea solidaria sin abandonar jamás su compromiso social. Entre varias acciones en la zona, se destacó su labor en el centro Vencer para Vivir, espacio de recuperación de adictos a las drogas.

Su relación con Pilar fue fuerte y siempre estuvo dispuesta a ayudar pero también a mantener viva la memoria: no dudaba en hablar sobre su labor durante la última dictadura y su inquebrantable búsqueda de justicia.

Por eso, en su honor la Defensoría del Pueblo de Pilar entrega los Premios Evelyn Lamartine a personas e instituciones comprometidas con los DDHH.

Los últimos 4 años de su vida transcurrieron en el Hogar de Ancianos Silvio Braschi. Allí, la Hermana Patricia Morales la definió como “una mujer consagrada a Dios, de oración profunda, un alma sin fronteras, muy amplia de pensamiento, despojada, pobre de espíritu y nada rígida en la práctica de su fe: una discípula de Jesús de Nazaret”.

Y agregó: “Todo lo que hizo en su vida encontraba motivación y fuerza en la firme convicción de su fe y su amor a Cristo. Esta luz de Cristo es la que irradiaba en su sonrisa y en sus palabras. Era una mujer evangélica totalmente absorta en el Dios de su vida a través de largos silencios contemplativos, totalmente entregada al bien de sus hermanos”.

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