Creador -como miembro del mítico grupo El Kinto- del “candombe beat”, Eduardo Mateo es el secreto mejor guardado de la música uruguaya. Un genio con los pros y contras de serlo: creativo, díscolo, inteligente, impredecible. Grabó su primer disco solista en Buenos Aires, 1972, en sesiones caóticas en las que se escapaba a su Montevideo sin aviso. “Antes de Mateo, la nada”, dijo una vez un tal Jaime Roos.