por Victor Koprivsek
Morir es olvidar. La vida es nacimiento y muerte, comienzo y final, recorrido de barro. Nadie sin excepción alguna puede escapar al destino de silencio y camposanto.El Gallego Manolo, como se lo conocía en el barrio, llegó a la Argentina cuando era apenas un niño de 7 años de edad.
“Vine de Galicia con mi madrina y un tío, hice la primaria en Caseros, acá cerquita, pero quiso la vida que sea Derqui mi lugar en el mundo”, supo contar a este cronista en una entrevista hace algunos años.
Poca gente para despedirlo, amigos cercanos, familias que lo abrazaron cuando más necesitó. Pero a Manuel Rey Freire se lo recordará, entre otras cosas, por haber sido durante 34 años el presidente de la Comisión Directiva de la Sociedad de Fomento del barrio El Triángulo.
“El secreto para durar tanto fue trabajar siempre por la gente sin dar crédito al chusmerío, así pusimos muchos cestos de basura, arreglamos las luminarias, hicimos veredas, plantamos árboles, en el 2003 me dieron un lindo reconocimiento desde la Municipalidad y me prometieron que iban a hacer la salita en el barrio”, dijo.
Efectivamente, hace 9 años fue declarado “Ciudadano Ilustre” por el Concejo Deliberante. Pero no pudo ver en vida la obra prometida.
Otra de las cosas que cada derquino deberá agradecerle de por vida al querido Manolo, es la confección y colocación de más de 500 señalizaciones con los nombres de las calles de la ciudad. Sí vecina, si usted vive en San Martín o Iparraguirre, Dorrego o El Gorrión, etc., etc., etc., le debe al Gallego la ocasión de que cada remisero o delivery de pizzas pueda encontrar su casa.
“Me siento muy orgulloso, siempre hice cosas por la comunidad, al no tener familia, le dediqué mucho tiempo a la gente, 536 carteles puse y ahora estoy ayudando en el cementerio, dando una mano ahí”, dijo hace unos pocos meses antes de caer internado y dejar físicamente este mundo.
Ayer, sus restos fueron tapados con tierra en el cementerio de Derqui. El rostro de ese hombre y sus anécdotas casi increibles recorrerán, a lo mejor, la sobremesa familiar del domingo.
Al leer esta nota más de uno pedirá “que Dios lo tenga en la gloria”. Lo cierto es que todo pasa, que el fin de año nos empuja al remolino de las fiestas y los balances, todo pasa pero la memoria queda, la memoria de la calle y los pasos guardados, de los árboles testigos de sacrificios en soledad, la memoria de las esquinas con bullicio de niños hoy hombres, allí, por siempre, en el destino de los pueblos, cruzará el Gallego Manolo con su bicicleta juntando piedras para tapar baches.
“Tantas veces lo vi cruzar los barrios con una escalera al hombro los domingos, para colocar carteles señalando nombres de las calles, se fue un grande”, sentenció Daniel Crea al pie del refugio final de aquel niño de Galicia que terminó en Derqui y fue bautizado: “El Gallego Manolo”.