Especies taladas en ruta 8, uno de los últimos casos registrados por El Diario.
De la mano de las altas temperaturas que empiezan a acechar, el problema se hace más evidente. Caminar por muchas de las calles de las diferentes localidades de Pilar puede asemejarse a una travesía por el desierto –o al menos por una estepa- y es allí cuando empiezan a extrañarse los árboles urbanos, aquellos que fueron desapareciendo con el avance inmobiliario.
Consecuencia no deseada de la “civilización”, la pérdida de arbolado público es un problema recurrente de las grandes ciudades cuyo crecimiento escapó a la planificación. La subsanación de este efecto colateral parece tener como único camino la implementación de un proyecto de reforestación y políticas ambientales acordes, acciones que en Pilar todavía son una deuda pendiente.
Según los datos proporcionados por el profesor y especialista en el tema, Fernando D´Auría, buena parte de la arboleda del centro de Pilar fue plantada alrededor de la década del 50.
No son muchas las calles que a lo largo de todo su trazado conservan sus especies, todas ellas exóticas. En este grupo, puede contabilizarse la calle San Martín, poblada de plátanos, la calle Moreno con arces, Lorenzo López con almez o pata de elefante (especie africana) y las sóforas sobre la calle Tomás Márquez, aunque en este caso el crecimiento de las construcciones diezmaron buena parte del arbolado.
Hipólito Yrigoyen e Ituzaingó son otras de las arterias que conservan algo de verde, mientras que en el otro extremo, Rivadavia y Pedro Lagrave –sobre todo en sus tramos más céntricos- son dos de las más despobladas.
Pensar en verde
Lejos de quedar librado al buen criterio de cada habitante, el tema está concretamente regulado por al menos dos ordenanzas vigentes en Pilar, destinadas a regular el arbolado público.
Por un lado, aquella que indica que cada árbol que es extraído de la vía pública debe reemplazarse por otro. Por el otro, la legislación que insta a los frentistas a plantar al menos dos árboles en el espacio que les corresponde de vereda, cantidad que puede ser mayor de acuerdo a los metros cuadrados de frente que tenga la vivienda.
Sin embargo, un somero análisis de campo pone de relieve que el control del cumplimiento de ninguna de las dos ordenanzas se realiza con demasiada rigurosidad.
Haciendo un análisis de dicha situación, D´Auría recordó el libro “La tragedia de los comunes”, de Garret Hardin, para señalar que “cuando todos son dueños, nadie se hace cargo”. “Pilar –continuó- es elegida por muchos porque es una ciudad verde y en espacios privados se sigue viendo mucho verde, el problema son los lugares públicos”.
Así, objetó que “cuando se trata de árboles públicos la culpa siempre es del otro y no tienen quién los proteja”.
Puesto a dar un diagnóstico de la situación del distrito, el profesor afirmó que “se nota que está decreciendo, está en alerta, sería bueno empezar a parar la pelota fomentando una mayor conciencia ambiental”.
En este sentido, para el profesor “las calles están quedando cada vez más despobladas y cada vez se ven más muñones de árboles cortados”, al mismo tiempo, señaló que la arboleda que aún permanece en pie “no se está manteniendo, son árboles viejos que necesitan una adecuación de las ramas, mantenimiento”.
Los primeros efectos sobre el arbolado público comenzaron a verse a la par del crecimiento demográfico, comercial y de viviendas que tuvo Pilar. A modo de ejemplo, el docente recordó que “en la zona que ahora está el barrio Agustoni antes había chacras y eso era un pulmón para el casco céntrico”, algo que fue desapareciendo con el avance de la urbanización.
“Cada vez hay más autos, más contaminación y necesitamos que los pulmones, que son los árboles, no desaparezcan”, expresó.
Soluciones
Si de proponer soluciones se trata, el docente mencionó “primero se debería reivindicar lo que tenemos, a través del cuidado, y eso se logra con educación ambiental”. En segundo término, habló del cumplimiento efectivo de las ordenanzas vigentes. En la que hace referencia a los dos árboles por frente que debe colocar cada vecino, D´Auría recordó un viejo proyecto (nunca llevado a cabo) propuesto por el profesor Oscar Salom, ex director de Medio Ambiente municipal, que hablaba de la creación de un vivero municipal destinado a proveer a los vecinos de forma gratuita de las plantas necesarias para el arbolado público. “Es bueno responsabilizar al vecino del cuidado del árbol que planta”, destacó.
Los colegios del distrito son otra fuente de ideas destinadas a la conservación y el aumento del arbolado urbano, a través de proyectos que son trabajados en las aulas pero que, vale decir, en contadas ocasiones son traducidos a propuestas concretas para ser presentadas ante las autoridades competentes.
Nativas vs. Exóticas
En 2008 una iniciativa del Rotary Club Pilar tendiente a donar ejemplares de fresnos para forestar las calles del distrito desencadenó una controversia con los ambientalistas de la Asociación Patrimonio Natural de Pilar, que se opusieron a la plantación de especies exóticas argumentando que este tipo de plantas atentan contra el ecosistema.
En la vereda de enfrente, D´Auría mostró su desacuerdo con esta postura: “vivimos todos en un mismo planeta, si es por eso, el ombú tampoco es una especie autóctona”. Así, animó a la plantación de árboles sin distinción de su origen. “Un árbol hace bien, da belleza, da oxígeno y da sombra, no importa de dónde venga”, concluyó.