Otra vez Chile, otra vez el drama golpea a nuestros hermanos y hermanas. Otra vez se hace visible lo que por todos los medios se trató de invisibilizar.
Son 33 los rudos hombres que se encuentran en pleno desierto de Atacama, desde el 5 de agosto, sobreviviendo en condiciones tremendas, a 700 metros de profundidad, a la espera del momento en el que puedan volver a la luz. Y como siempre, el show montado para ver lo mejor y lo peor de los seres humanos. El dolor de las familias, la angustia por lo incierto, la buena nueva de que están con vida cuando la llegada de una cámara mínima, después de 17 días, los muestra tal como están: esperanzados, angustiados, sucios antes, limpios ahora, deprimidos o con ganas de seguir adelante con la bandera chilena como estandarte. Y hasta un excéntrico millonario, de pelo largo y traje a la moda, dedicado a la explotación minera,“donando”, o devolviendo diría Jorge Cafrune, cheques de 10.000 dólares a las mujeres y niños de las víctimas , eso sí, justo en el horario del noticiero de la tele.
Otra vez un Chile que revela que el milagro chileno no existe, tal como tantas veces nos hicieron creer desde el poder y hasta por comentarios de los mismísimos argentinos que viajaban a montones cuando el cambio los favorecía. Y que se vio en carne viva hace unos meses cuando el terremoto castigaba a su pueblo.
Un Chile cuya economía está basada esencialmente en la minería pero que debe esperar que lleguen soluciones de la NASA o maquinaria de Alemania para el rescate que empezó hace pocos días, porque no cuenta con ninguna previsión para casos de catástrofe. Esto es, riqueza para unos pocos que han crecido con la sangre misma de los mineros que extraen un cobre que va a parar al resto del mundo porque el país no ha desarrollado ninguna industria relacionada con esa materia prima. Mientras tanto los Mapuches, en huelga de hambre, siguen reclamando lo que les corresponde.
Lo que sigue es un pequeño homenaje a esos hombres, a sus familias y a todo el sufriente pueblo chileno tomando las palabras de uno de los mejores poetas argentinos: Jaime Dávalos *.
“El patrón tiene miedo que se machen con vino los mineros. Él sabe que les entra como un chorro de gritos en el cuerpo. Que enroscado en las cuevas de la sangre les hallará en silencio, el oscuro silencio de la piedra que come sombra socavón adentro. Que volverá, morado, con bagualas del fondo de los huesos, su voz, golpeando dura como un puño en el tambor del pecho. Con pupilas abiertas como tajos le pedirán aumento, mientras quiebren, girando entre las manos, el ala del sombrero, y los ojos, de polvo y pena tristes, les caigan como manchas sobre el suelo. Hay que esconder el vino entre cerrojos, el vino pendenciero. Hay que esconder el vino como un crimen, el vino pedigüeño. Que ni una gota más caiga en la boca desierta del minero…”.
* fragmento de “Temor de sábado”