Hace 100 años, un 15 de septiembre de 1923, en Morón, Provincia de Buenos Aires, nacía un inmenso poeta que nos dejó tremendo legado, Hamlet Lima Quintana. Fue un militante comunista comprometido con su tiempo e integrante del “Nuevo Cancionero”, ese que incluyó la pata social a la cultura folklórica argentina, junto a Tejada Gómez, Mathus y nuestra amada Negra, Mercedes Sosa, entre otros. Su poema archiconocido “Gente necesaria” recorrió el mundo y los subsuelos del verso de cualquier rincón de la patria y de Latinoamérica toda.
Hoy elegí este título para la columna porque el jueves 21, por la mañana, nos dejó un tipo querido por muchos y respetado por sus colegas de cualquier signo político. Un maestro de la nota editorial en gráfica o en radio, una palabra digna de escuchar. Se fue Mario Wainfeld, y él era “gente necesaria”. Se fue un compañero al que despido con una frase que por común o hasta a veces mal usada no deja de ser imprescindible: “Hasta la Victoria Siempre”, Mario de Palermo.
Pero volvamos al principio, el homenajeado de hoy es “el Hamlet”. Cuando revolvemos su obra siempre nos espera una sorpresa, algo que no leímos o que no conocíamos. El que sigue es un poemazo “necesario” para estos tiempitos difíciles que corren y que nos llevan a volver a tanto poema urgente, tanta canción urgente. Y a atrapar la belleza, la que rescata y reconstruye.
Cada instante
“Hay que estar vigilando cada instante… cada momento en que transcurre el tiempo, cada segundo con la mente abierta, cada golpe de luz, destellos de la vida, para atrapar un ángel, el milagro que cotidianamente se presenta como alimento de nuestra subsistencia.
Es el oficio que nos marcó la sangre, el cazador de cada fantasía, el oficio común de andar viviendo como un atrapador de la belleza, esa que inadvertidamente pasa entre golpes de vida, entre las sombras y solo el ojo experto, acostumbrado a ver la fiesta de colores encerrada en el aire de las cosas, procede a su rescate y reconstruye
una vida común, una alegría que le sirve a la gente como pájaros que vuelan hacia el sol y permanecen.
Vivir es un oficio ejercitado en la tarea de atrapar milagros que navegan en nuestra propia sangre y en el aire de tránsito al futuro”.