Literatura

Soy mano: El arte es como el sol, siempre está

Por Graciela Labale

13 de septiembre de 2024 - 17:37

En tiempos aciagos donde el olvido y la soledad parecen cubrirlo todo, donde las frías cifras anuncian que un millón y medio de pibes se va a dormir sin cenar, donde los viejos parecemos material de desecho, el arte, como el sol, siempre está. En cualquiera de sus expresiones, se torna imprescindible ya sea como testimonio del afuera, de la belleza a veces imperceptible o como simple entretenimiento, que no es poca cosa. Un poema, un cuento, un cuadro, una película, un tema musical, la puesta de una obra de teatro, pueden convertirse en una tabla de salvación, en una instancia de reflexión o al menos en un momento de evasión a la crudeza cotidiana. Permítanme un mezcladito.

“No me gusta hablar de felicidad, sino de armonía: vivir en armonía con nuestra propia conciencia, con nuestro medio ambiente, con la persona que te gusta, con los amigos. La armonía es compatible con la indignación y la lucha; la felicidad no: la felicidad es egoísta. Como a veces digo: en vez de creer en la felicidad, creo en la armonía con el otro. Pienso que el amor es el encuentro de la armonía con el otro”. Dice José Saramago

Sin ir más lejos, el último sábado, en Torrente Espacio Teatral, se estrenó a sala llena y con dos funciones “Muero, luego existo” de Jorge Díaz Gutierrez. Con un texto y actuaciones brillantes de Valentina Caffera y Hugo Alba, se abordan desde el absurdo, por un lado, la deshumanización creciente de la ciencia médica y por el otro, la pobreza extrema que vive un padre de familia que hace cualquier cosa por llevar un plato de comida a sus hijos. Fue tal el estupor, la incomodidad y la emoción transmitida, que en la sala no volaba ni una mosca. Un silencio notable tras la escena final, lo inundó todo, hasta que explotaron los aplausos. Una muestra clara de lo hermosamente fastidioso que puede resultar el arte, cuando se lo propone.

“No me arrepiento haber vivido sin repetir los días puesto que soy un pájaro del aire que va inventando a cada instante el vuelo. No me arrepiento haber amado hasta cubrir la vida como si fuera un dictador de la ternura, puesto que soy un brazo de la tierra que florece entre las cosas y la gente. No me arrepiento por haber cometido los errores que a cada paso estoy haciendo como pisando en falso, puesto que soy un imperfecto en varios temas y me pongo a vivir muy distraído. No me arrepiento el haber asumido mis heridas, lamerlas desde afuera para adentro hasta tallar una rosa entre la médula, puesto que pertenezco a los misterios que en el alma transforman la tragedia en alegría. En cambio me arrepiento por todos los milagros que no supe inventar para los otros, tantas voces de luz que hundí en las sombras, tanta canción que tengo demorada, tanta pasión que se murió en mis manos sin hacer una seña, sin distribuir los signos puesto que soy un hombre y tengo deudas que deberé saldar por la belleza que me da la vida.

(Dice don Hamlet Lima Quintana).

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