En medio de la veda me permito contarles esta historia verídica.
En medio de la veda me permito contarles esta historia verídica.
La primera vez que fui al cine tendría unos seis años. A algunos de los pibes de la Escuela 11 nos regalaron entradas gratis al viejo Gran Rex que estaba en Av. de Mayo casi esquina Rivadavia, Derqui. Fui solo, literalmente... Otra época. Llegué primero pero entré último, mientras lo hacía con mirada absorta, me trastabillé un par de veces hasta ocupar mi butaca en primera fila. Ahí estaba, pegado a la inmensa pantalla y cabeza para arriba mirando "Trapito", la historia de un espantapájaros que verdaderamente era muy triste. La cuestión es que yo estaba conteniendo la emoción entre gente desconocida, hasta que cedí, me puse a llorar con la tranquilidad de que ni los compañeros del colegio, ni los pibes del barrio iban a usar esas lágrimas para avergonzarme. Históricamente a los tipos siempre nos costó un poco más mostrarnos rotos. Pero en el medio del llanto, mientras a "Trapito" lo abandonaba un gorrión, una palmada llama a mi hombro. Una, dos... tres veces. "Chino, les hacemos partido en su cancha... Por guita" "Chino, Chino" "Date vuelta, pelotudo". No quería que me vean llorar y menos el Chiri, que jugaba para los contra del Ombú, pero él se puso frente a la pantalla para que yo dé respuesta a su desafío y me miró fijo... "Mañana a las cinco, maricón"... Ganamos y perdimos contra el Ombú, pero Chiri nunca me delató, jamás me comí una gastada por aquel episodio.
El viernes pasado no dejaba de caer agua en Derqui, terrible lluvia, muy poca gente en el centro y yo parado, esperando a alguien, en la vieja galería sobre Av. de Mayo a metros de Rivadavia. De un auto con patente nueva bajó rápido Chiri, hacía años que no lo veía. Fue hasta la verdulería y de vuelta al coche se le desfondó la bolsa con naranjas que aplastó un bondi antes de que pueda rescatarlas. Aquello me causó gracia, pero más me tenté cuando después de volver nuevamente de la verdulería por otras naranjas, Chiri patinó y al intentar evitar el porrazo rompió un espejo de su auto y la fruta desparramada por el ancho de la calle otra vez... Ahí sí que me cagué de risa. Él escuchó, miró y me reconoció, era una mirada que me decía "Yo te vi llorar en el cine con Trapito"... Un escalofrío recorrió mi humanidad. Él asintió con un gesto y el índice en alto agitándose, en tanto mi risa se perdía. Por no querer privarlo de su dignidad, dejé que se levante solo. Crucé, compré naranjas y dejé la bolsa en su capot. Nos dimos la mano y salió arando hacia rumbo desconocido. Claro que Chiri es un apodo ficticio, en la vida daré siquiera pista alguna sobre su identidad real... Es una cuestión de honor.