Literatura

Soy Mano: Chocados

por Víctor Koprivsek

19 de agosto de 2023 - 11:39

Cuánto hacía que no veía un amanecer en Derqui; entre los cables amontonados, más allá de los techos de las casas donde jugábamos de pibes.

A muchos nos viene pasando esto de agarrar el celular ni bien nos despertamos. Bucear un poco y terminar ahogados.

En cambio, aquel contorno de nube apenas gris, apenas blanca, inexacta en sus formas y moviéndose lenta por el cielo, qué bien se ve con el celular lejos de mi alcance.

Más abajo de la nube, en el horizonte, está el día naciendo. Anaranjado, como pintado de fuego.

El color de la única y renovada esperanza.

Encima, el ángulo de la ventana de la pieza me permite ver el sol saliendo (esto lo escribí el miércoles antes de las lluvias).

Amanece. Observo anonadado el espectáculo gratuito.

Quiero sacarle una foto y caigo en la trampa.

Agarro el celular y me dispongo a disparar, entre que lo prendo y dibujo el patrón, pasa lo que no tenía que pasar: me pierdo la salida del sol, la rotación infinita.

Encima la cámara del aparato no capta la belleza. Miro a través del lente y después corro la pantalla y miro con mis propios ojos. Nada que ver una cosa con la otra.

Pero el momento se me escapa. Dos fotos de mierda pude sacar, pensaba subirlas a un estado de WhatsApp. Qué estupidez.

No sé cuál elegir, son las dos malísimas.

Para colmo se me llenó la memoria. Analizar espacio, almacenamiento, borrar.

Afuera el sol sigue su camino, sube desde el techo del Club Derqui y se esconde un poco atrás de una nube escurridiza. Vuelve a surgir entre los cables desprolijos y antiestéticos.

El almacenamiento del celular sigue lleno. Trato de borrar rápido. Espacio insuficiente, hay que vaciar la papelera.

Estoy en eso cuando surge un revuelo allá afuera. Saco la vista de los problemas de la pantalla y vuelvo al amanecer verdadero. Afuera surge una algarabía de pájaros. Es como una fiesta pero sin filtros.

Entonces, siento algo adentro de mí que ya no está, es algo que se perdió entre la infancia y la adultez.

Es una chispa que se apagó. Siento el cansancio.

Hay que vaciar otra vez la memoria, leer los cartelitos que nos recuerdan actualizar esto y comprar aquello antes de arrancar el día desde la pantalla. Imágenes, videos, archivos comprimidos, sistema, papelera. Borrar y subir al drive.

Afuera pasa todo y cabe adentro de nuestros ojos sin necesidad de receteos ni aplicaciones.

Hacía rato que no veía un amanecer en Derqui. Hacía rato que no recordaba un cuadro de Cutrera, un desayuno en la casa de mis viejos renaciendo en la otra cuadra.

Hacía rato que no me tomaba un tecito con limón mientras miraba la esquina brillando de nuevo. Esa esquina que nos conoce desde niños.

La que sabe de nuestras luchas y de los pasos con que arrancamos el día y cruzamos las tormentas, buscando caminar de cara al sol.

Hay una canción desconocida, de Nación Ekeko, que dice en una parte: "Hoy es tiempo de soñar que todos los colores se hermanan para construir el árbol de la vida, donde reine la paz, la justicia y la libertad".

Suena esa melodía en mi cabeza. Vaya a saber por qué. Se repite la voz con esos versos y la tarareo.

Cinco de diez coches andan chocados en la parte de atrás, abollados. Es de tanto manejar mirando los celulares. Nos vamos chocando entre nosotros.

Fijate, vas a ver que tengo razón.

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