Historia

Las huellas que nos hablan del Pilar de ayer

Convertido en un Partido de 400 mil habitantes, el distrito aún conserva varios vestigios del pueblo que supo ser. Transporte, vida cotidiana, comercio e industria mezclan pasado y presente.

Por Alejandro Lafourcade 28 de mayo de 2023 - 09:06

En su naturaleza de pueblo convertido en ciudad, Pilar experimenta cambios constantes, algunos de ellos más bruscos, otros más paulatinos. Sin embargo, a pesar de que en todas partes el progreso parece llevarse puesto al pasado, en el distrito aún pueden observarse algunas huellas o señales de aquel Pilar de ayer, cuando nadie soñaba con el desarrollo actual.

Eran épocas de viajes a caballo, correo, construcciones antiguas y arquitectura monumental. De crecimiento incipiente y de pobladores que se conocían entre todos. Aunque no parezca, el Pilar de hoy conserva varios vestigios de aquellas épocas…

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Al trote

Comparado con varios de sus vecinos, Pilar es un distrito de gran extensión y en el pasado lo era aún más, ya que antes de su escisión Belén de Escobar era una de sus localidades.

Los automóviles eran un privilegio de pocos y los recorridos se cubrían a caballo, conectando con tracción a sangre a Pilar con Manzanares, Presidente Derqui, La Lonja y más.

Por eso, en la localidad cabecera todavía pueden observarse unos objetos que dan cuenta de un tiempo pasado, aunque no tan lejano, y que puede resultar irrisorio al paradigma de ciudad actual. Se trata de las aldabas, ganchos de hierro incrustados al cordón de la vereda que se utilizaban para atar a los caballos. Las calles Fermín Gamboa e Ituzaingó son algunas de las que todavía las conservan.

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ALDABAS. Incrustadas en el cordón de la vereda, se utilizaban para atar a los caballos.

ALDABAS. Incrustadas en el cordón de la vereda, se utilizaban para atar a los caballos.

La esquina del bar

Si bien en Pilar ya casi no quedan en pie construcciones del siglo XIX, sí persisten varias de principios del XX. Frente a la estación del ferrocarril San Martín, la propiedad en la que funcionó el bar Samatán, es de las pocas esquinas sin ochavas que resisten en el distrito.

Una característica típica de las construcciones de la época colonial eran los edificios o viviendas que terminaban sus esquinas en ángulo recto, es decir, sin ochava. Pero quedan muy pocas de estas construcciones en Buenos Aires y en toda la Argentina en general.

En Pilar, por su ubicación estratégica el bar de Samatán fue parada obligada durante años para gran cantidad de gente que abordaba o descendía de los trenes. Una vez que se cerraron sus puertas, no volvió a utilizarse. Perteneciente a los descendientes de su creador, varias veces se especuló con trasladar allí algunas dependencias estatales, como el Museo Lorenzo López o la Casa de la Cultura. No obstante, uno de los edificios más antiguos de Pilar sigue allí, en su esquina sin ochava, esperando volver a la vida.

¡Correo!

En la actualidad, el sistema postal privado está a la par del Correo Argentino. En lugar de escribir cartas acudimos a la mensajería instantánea como el Whatsapp, no enviamos postales sino que inundamos a las redes de fotos, no recibimos telegramas sino audios.

En este panorama de comunicación constante, los buzones son una especie en extinción. Claro que todavía quedan varios, aunque hayan sido “invisibilizados” por falta de uso.

Uno de ellos es particularmente especial, ya que no está en la vereda sino embutido en la pared: puede verse en pleno centro, en la esquina de Rivadavia y Tucumán, a metros de la comisaría 1º y el Banco Nación.

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BUZÓN. Está empotrado en la pared, sobre la calle Rivadavia.

BUZÓN. Está empotrado en la pared, sobre la calle Rivadavia.

En las alturas

Esta es quizás la huella más “célebre” debido a que de tanto en tanto vuelve a ponerse en el tapete la necesidad de conservarla: la escultura de la extinta carnicería El Águila, en Rivadavia al 900, entre Fermín Gamboa y Moreno.

El animal fue esculpido en 1917 y el constructor de la obra fue Domingo Topazzini. En ese entonces, su propietario era don Jacinto López.

Si bien hace varios años que el local ha cambiado de rubro (desde 1975 ya no es carnicería), su águila sigue allí, firme, con la mirada fija en el horizonte.

A mediados del año pasado, a la propiedad se le colgó el cartel de “se vende” y se encendieron las alarmas. Incluso se recordó la existencia de la ordenanza 37/14, normativa que establece la protección de los edificios históricos del distrito.

Por el momento, como hace más de 100 años, el águila sigue en su lugar de siempre…

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EL ÁGUILA. La construcción data de 1917.

EL ÁGUILA. La construcción data de 1917.

Sobre rieles

En 1874, Manzanares era un paraje rural que albergó al gen del desarrollo de la zona: la apertura del molino harinero de la familia Bancalari.

Su funcionamiento originaba una importante fuente de trabajo, lo que provocó el impulso comercial y de transporte, en especial el ferroviario, ya que con el paso por Pilar del Tranvía Rural de la Provincia de Buenos Aires se construyó la hoy abandonada Parada Tomás Santa Coloma, 14 años antes de la estación de la localidad, inaugurada en 1888.

Años atrás, el recorrido fue declarado “De interés municipal” por el Concejo Deliberante, aunque en la actualidad solo quedan algunos vestigios de lo que fue la primera industria de la zona. El más reconocible es el camino de casuarinas por el que circulaba una “zorrita” sobre un riel, comunicando el molino con la estación.

Durmientes, rieles y algún que otro vagón abandonado completan el paisaje, sin dejar de mencionar lo que se conserva de la estructura del molino, mole de ladrillos que persiste como testigo de una época que inauguró una historia de crecimiento y desarrollo.

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MANZANARES. Restos de los rieles que conducían al Molina Bancalari.

MANZANARES. Restos de los rieles que conducían al Molina Bancalari.

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