Esta vez su tacón me dio en la cabeza. la semana pasado había errado pero la practica hace al maestro, dice el dicho, y ella lo encarnaba de manera sublime. Como siempre ninguno sabía bien porque discutíamos, sin embargo no faltaban los motivos. Era Lunes así que la dejé ganar pues a mi me tocaba ganar los jueves y viernes, a ella los lunes martes y miércoles. Lo sé, no parece muy justo pero decidí cambiarle un día a cambio de una tregua los domingos, los sábados no importaba de quien fueren pues fuere cual fuere la contienda se discutía sin ropa y en la cama. Así que ya cansado, con el ceño aún fruncido, en el silencio que dejaron los gritos de su necesidad y mi ignorancia me acosté.
Y soñé, soñé que bajaba un ángel, de aquellos que guardan. Al principio note sus alas pues eran magnas. Luego atiné a sus ropas, finas y blancas. Pero no fue hasta que rompió con la distancia que miré su rostro, moreno. y vi sus ojos, morochos. Entonces lo supe, e intempestivo dije "tu realmente eres mi ángel". Él, sereno, contestó: "Benditos tus ojos pues no te han fallado". Mi ego hizo eco de sus palabras. Inquieto, una vez más rompí el silencio: "Porque vienes a mis sueños tú que eres tan casto, que moras en los cielos?". Al parecer no hablaba a menos que yo preguntara. ¿será divino hacer silencio? me pregunté.
"Benditos tus ojos pues no te han fallado, mas maldita tu lengua que ha lastimado. Vengo porque he oído tus contiendas en la alcoba. Conmovido decidí bajar a tus sueños, donde sé que escuchas, para advertirte sobre aquellos que ponen su orgullo al frente y lastiman a sus amados y añejan el alma cultivando rencor y reproche. Debes saber que aquellos no son bienvenidos en el paraíso.". Celestial resonó su voz, pero esta vez mi ego no hizo eco de nada. Y siguió: "Benditos tus ojos, maldita tu lengua, dichosa tu alma pues ofrezco su salvación. Mucho mal has cometido y mucho mal te has hecho. Para redimir tu alma y salvarla deberás renunciar a tu mujer, pues ella ya esta condenada a los infiernos pero tu aún puedes salvarte si la dejas y renuncias a sus pleitos."
Escuché con atención mientras sentía el chichón en la frente que ella me había tallado horas antes. Lo primero fue pensar en lo fuerte que había sido pues estaba soñando y aún lo traía encima. Lo segundo fue acordarme que ayer había sido domingo y la tregua nos había regalado un paseo por la ciudad. Lo tercero fue recordar que antes del domingo había sido sábado y las ropas sobraron..... como siempre. Por último recordé las palabras del ángel, y en un tono un poco más humano decidí contarle que no lo haría, pues sino podíamos ir al paraíso juntos de seguro compartiríamos el infierno. Y eso para mí ya era ganarse el cielo.
Lucas Armando Giacomuzo