Soy mano

Antígeno detectable

Por Redacción Pilar a Diario 21 de febrero de 2021 - 08:16


Por Chino Méndez

Una cervecita por allí, una visita por allá, un taconeo desde el norte, un necesario beso en el sur. Una vida sola. Uno para con uno mismo. Después de un fin de semana como tantos otros, en medio de esta pandemia, una fatiga te ataca de una manera que jamás habías experimentado. De repente sentís que debés pararte porque se te duermen las piernas. Después la garganta te raspa y desaparecen los olores y los sabores. Directo al hisopado, que sin exagerar un milímetro, por su búsqueda profunda, más que nasal parece cerebral. Resultado positivo o no negativo, ya que estamos con la onda de los innombrables. Sí, mientras escribo esta crónica estoy cursando el virus maldito. En verdad debo agradecer que, a pesar de tanto maltrato a mi cuerpo, no me corone con hojas de palmas y claveles. Aunque ante amigos y familiares disimulo con éxito algunos de los trastornos físicos que provoca esta mierda, tengo que decir que bastante bien la llevo. He conocido personas que debieron hospitalizarse y otros que, lamentablemente, ya no la cuentan. 
Una cerveza, un pestañeo. No soy el ejemplo a la precaución, pero tampoco el mayor desatendido. No sé adónde se me pegó esto que por momentos me sofoca y por otros me inyecta dolor en las articulaciones. La vida sigue girando para acuartelados y trasgresores, tanto para los felices como los de corazón en llanta, la vida gira. Con cuidados pero así debe ser. Pero no saben la culpa que se genera en el que sabe que pudo haber contagiado a alguien. Al margen de que podés contraer Covid en el súper o en el banco cobrándole la jubilación a tu viejo, la sensación de que tu proximidad es un peligro para alguien, es terrible.
Un paso, un beso… Tuve que avisar a personas que me han visitado y que es muy probable estén enfermos porque yo los contagié y que a su vez deberán estar atentos a sus madres o amigos. Esa pelota sí que no para, si no la paramos nosotros.
De norte a sur, de este a oeste viaja este virus diabólico que te invade antes de que empiecen a amedrentarte sus señales, y amenazando a los que más queremos. Te aseguro que cuando sabés que está en vos en lo único que pensás es en los tuyos. Te puede tratar más o menos bien pero todos tenemos esparcido el amor entre algunas personas de riesgo. Y entre ellos el peligro de la ausencia es mucho más irrevocable.
A mis hijos les tocó pasar unos días conmigo justo cuando aparecieron los síntomas, el miedo que tengo de haberles transmitido toda esta porquería es indescriptible. Pavor de estornudos y fiebre.
Hoy no requiero de ningún pacto ficcional entre nosotros, hoy les pido que nos cuidemos lo más posible. Que falta menos que antes, que empezaron a vacunar. Que es una sola vida y que sólo se multiplica con quienes nos rodean.
 

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