por Víctor Koprivsek
El acto se llevó a cabo el 5 de diciembre por la mañana, fecha elegida para la parte protocolar, con autoridades educativas y distritales. Pero el festejo no quedó solamente ahí, por la noche, una cena de reencuentro entre ex alumnos, docentes, exdocentes y comunidad, colmó las instalaciones del Club Derqui.
“Sos ilusión, raíz, testigo, custodio, cómplice, profeta, nido, esperanza y madre”, arrancó su discurso María del Carmen Brambilla, exdocente, exalumna y querida vecina de Derqui, la mañana del 5.
Ella, como tantos otros, ingresó a la primaria a fines de la década del 50, iba solita caminando sus diez cuadras con apenas 6, 7 añitos. En esos años, Derqui era el pueblo nuevo, con su camino a José C. Paz de tierra, su único colectivo: era el 141, que hacía Chacarita-Pilar, y el tren que pasaba cada hora y media.
“Rondan apellidos, dan vueltas, están por ahí envueltos en guardapolvos rígidos de plancha y almidón: Lugones, De Cáseres, Dansero, Sánchez, Aguilera, Péndola, Tabárez, Redolfi, Carpegna, Lacava, Manchado, San Toro”, repasa la maestra.
Por aquellos años habían sacado los tranvías de Capital Federal y los habían llevado a las escuelas de Provincia como aulas. Así, la 11 tuvo los suyos. Después llegaría el crecimiento poblacional de los años 70, 80 y 90. “Debiendo adaptarte, brindándote, siendo hospitalaria y abierta a tantos nuevos vecinos llegados de otras provincias o de países limítrofes”, describe como una pintura.
“También escuela fuiste rigurosa y fiel custodio de bienes públicos y caros para la gente, como cuando refugiaste entre tus secretos al perseguido busto de Eva Perón. Y acá tengo que recordar con cariño y admiración al Sr. Pedro Tapia, amigo de tantas generaciones y portero del alma”.
Las historias de los pueblos no se borran como frases de los pizarrones. Las historias de los pueblos surgen desde sus raíces porque están escritas en el corazón de su gente.
Los recreos, los picnic de primavera en el ombú del barrio Toro o el aserradero de Otto, los días de lluvia atravesando las quintas para llegar a clase, imágenes de alumnos a caballo o en carro, los actos patrios, el patio y su pasaje entre Av. de Mayo e Isolina Raíces, la salita de primeros auxilios, la capillita de madera que hoy es la iglesia San Antonio, el salón de los espejos del antiguo Club Unión.
“Fuiste nido de proyectos, siempre atenta a las necesidades de un pueblo que amanecía cada vez exigiendo nuevos desafíos a nuevas realidades”, avanza la pluma y la palabra. “Y para aquellos a quienes la vida nos ha golpeado sorpresivamente, fuiste consuelo de lágrimas, porque tu gente es cálida, porque tu abrazo es enorme y fraterno, porque tu tarea es un rezo profundo y reparador”.
Por la noche, la cena cobijó recuerdos y canciones, con música en vivo de la mano de exalumnos como Jorge Machado, Alejandro Calvera y Maggi de Toro. Las mesas tendidas con impecable cuidado fueron testigos de conversaciones trascendentales. Cuántas anécdotas, cuántos momentos vividos otra vez en el relato de los presentes.
“Querida Escuela 11, siempre serás esperanza, porque es desde acá, desde este ámbito, desde donde se elevarán hombres y mujeres que seguirán la obra de construir y mejorar este pueblo-cuidad que nos enamora y que es Presidente Derqui. Felices 125 años”, finalizaba entre aplausos y lágrimas, en mitad del patio lleno de historia y al amparo del alero y la memoria de cientos de generaciones que aprendieron a leer y escribir entre las aulas gastadas de la querida escuela.