Memoria visual: Los entrañables “autos al instante”

Los taxis en Pilar tuvieron su auge en los años ’60 y ’70. Sin tarifario ni turnos, los choferes se movían en las dos únicas paradas fijas habilitadas en la ciudad. Luego, los remises absorbieron su actividad.

12 de agosto de 2010 - 00:00

 

Alberto Belforte, Julián Roque Trovatelli, Quico Cordobés y un ayudante, posan en el ala lateral de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, sobre la calle Belgrano. La fotografía es de 1975, y ellos son algunos de los taxistas de Pilar, sorprendidos durante un descanso en una de las dos únicas paradas que existían.

En el distrito, el servicio de taxis nació durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, a partir de la posibilidad de adquirir un automóvil a través de un crédito. Sin embargo, en ese entonces los recorridos eran largos y se dirigían a aquellos lugares a los que no llegaba el colectivo, que en Pilar iba sólo de la plaza a la estación.

En cambio, la foto corresponde a la época de oro, que estuvo comprendida durante las décadas de 1960 y ’70, aunque los taxis en Pilar fueran poco menos de diez y la jornada laboral completamente aleatoria: no se sabía a ciencia cierta cómo sería de fructífero el día, ya que no había orden de llegada, turnos ni nada por el estilo. Los taxistas eran amigos que charlaban entre sí y abandonaban la reunión para llevar a algún vecino al destino requerido.

Los choferes más recordados por los pilarenses son Ernesto “Pocho” Figueredo (a bordo de un Rambler ’66), Humberto “Tito” Foglia (con un impecable Chevrolet 400 negro), José Vallier, Julio Romero, Emilio Del Signore, Julián Roque Trovatelli, Raúl Martínez, Horacio Quatrín, Alberto Oyhanart y “Pepi” Ponce de León.

Además, sus taxis no tenían el mismo color –aunque predominaban los colores oscuros y grises-, una característica que los asocia con los remises actuales. Asimismo, tampoco estaban regidos por un tarifario, por lo que los recorridos se calculaban muchas veces consensuando el valor del viaje con el pasajero, que tenía plena confianza en que el chofer no le cobraría de más.

Las paradas eran dos: frente a la estación de trenes –aprovechando a los pasajeros que bajaban de las formaciones- y a la vuelta de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, sobre la calle Belgrano, donde uno de los destinos más frecuentes era precisamente la estación del San Martín. Además, estas tenían carteles que decían “Auto al instante”, nombre que después fue utilizado por una remisería de la calle Belgrano.

Precisamente, los remises comenzaron a copar el mercado a partir de la segunda mitad de la década de 1980, y tuvieron su explosión definitiva en los años ’90: el gran crecimiento demográfico (la demanda), acompañado por los altos niveles de desocupación, provocaron la irrupción de remiserías en todo el distrito, hoy ya convertidas en habitantes naturales del paisaje urbano.

Pero, claro está, nadie olvidará a aquellos entrañables “autos al instante”.

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