Soy Mano: Una esquina

por Víctor Koprivsek

22 de mayo de 2010 - 00:00

 

Te abraza, es la esquina egoísta. La esquina que te sabe de pibe, metro diez saltando de árbol en árbol. Corriendo por la vereda junto a la barra primera de la amistad.

Es difícil explicar semejante contención hecha de calle, de pura calle.

Porque uno puede hablar del patio de la casa materna, uno puede describir los días casi blancos de guardapolvos y tizas, pizarrones, sumas, restas y dictados. Claro que sí.

Incluso hay quienes pueden reproducir esquemas como pasos infranqueables hacia una buena educación. Hacia la felicidad con moño.

Pero la esquina, hecha de todos, la esquina es otra cosa.

Allí, el sol arde las chicharras en tardes lentísimas con baldíos donde se levantan verdaderos castillos que debemos defender de los dragones.

Allí, la adolescencia invita los primeros besos como premios, besos de niñas que luego se convertirán en hermosas mujeres de otros.

Allí, la rebeldía levantará noches de truenos. Y será alta la hoguera que intentará calcinar tus sueños hasta la ceniza.

“San Martín e Iparraguirre, de esquinas como ésta nacen los barrios”, pensé.

Cuatro caminos en un punto, unidos para siempre.

Historias de vecinas cruzando años. Figuras entre la niebla, trabajadores rumbo al tren.

Todos mezclados desde la niñez. Todos apropiándose del mito aquel, ese que altera el barrio o se duerme en silencio cuando nada pasa.

Por eso nosotros, los que te reconocemos, esquina amiga, los abrazados por tu espíritu de madre, celebraremos algún día la dicha de habernos parido tan locos.

La Chola, Lorena, Carlitos, Doña Julia, el Tordo, Nico, Teresa, Maringa, yo.

Anchi, Silvio, Yoyi, Doña Ramona, Coco, Edith, Beto, Luis, Paca y mi vieja.

Todos los marcados a fuego, regresando a ti, desde ésta u otra vida.

A ti, con tus charquitos de agua donde la luna tiembla, con tus bocinas nocturnas y tus frenadas de día.

Sentado en tu vereda, he visto cruzar en un cortejo de muerte, la ceremonia final de quienes no han sabido comprender tu destino generoso.

- El barrio sirve, el barrio acompaña, me dijo un joven amigo.

Quien se queja, menosprecia y critica, no sabe de esquinas, le dan miedo.

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