Araceli un modelo de mujer que se impuso hace un tiempo y aún perdura.
Araceli un modelo de mujer que se impuso hace un tiempo y aún perdura.
por Alejandro Lafourcade [email protected]
No sorprende ni es casualidad que muchas quinceañeras se llamen Araceli. Es por ella, sin dudas. Desde principios de los `90, Araceli González supo forjar una carrera artística que la posicionó como una de las personas más conocidas y respetadas del país. Por primera vez, la mujer a la que todos admiran abrió las puertas de su casa de Pilar para recibir a un medio local, en una charla con El Diario en la que realizó un recorrido por su extenso camino como modelo, actriz, escritora y empresaria.
“Empecé a los 12 años, con una publicidad –recuerda-. A desfilar comencé a los 18, con marcas conocidas y en el interior del país. Cuando terminé el colegio tenía ganas de seguir Arquitectura, pero empecé a tener tanto trabajo que no me dejó tiempo, todo me fue sorprendiendo. No fue una carrera que yo programé, en principio, aunque luego sí fui pensando la elección de los trabajos que venían. Siempre fui muy cuidadosa de lo que hice”.
En su niñez, Araceli fue la típica animadora de fiestas familiares e infantiles, con una debilidad especial por la música de Raffaella Carrá. Hasta que la vio una jefa del trabajo de su madre: “Como sus nietos trabajaban en publicidad, se lo propuso a mi mamá, que aceptó con la condición de que no alterara mis estudios. Recién a los 18, cuando terminé el colegio, lo tomé más como un trabajo profesional”.
Luego de protagonizar comerciales de todo tipo, el salto a la fama llegó en 1990 con la publicidad de jeans By Deep, encarnando a una inolvidable estatua viviente. A la distancia, reconoce que ese spot “llegó en un momento en el que empezaron a conocer a las modelos por su nombre y apellido, a saber de dónde eran y cómo eran sus vidas. Era el momento de Carolina Peleritti, Elizabeth Márquez… Nos reconocían por las publicidades y empezaban a hacernos reportajes”.
Nada sería igual para la chica de Ramos Mejía que debió crecer de golpe tiempo antes, cuando fue madre a los 20. El nombre poco común y su corte de pelo ayudaron a alimentar el fenómeno y, por supuesto, atraer propuestas de trabajo cada vez con más intensidad. Sin embargo, Araceli afirma que “me ponía contenta si me reconocían por una publicidad, pero no vivía para eso, mi vida era mucho más normal, con mis amigos y mi gente, en mi barrio. Iba a trabajar y volvía, no hacía reuniones ni salía de noche, no tenía relación con la gente que trabajaba más que en lo laboral”.
El precio de la fama
-¿Cuándo notaste que las cosas ya no serían como antes?
- Me di cuenta de lo que iba a pasar –sobre todo con la prensa- cuando empecé a actuar en “La banda del Golden Rocket” y me separé de mi primer marido. Eso ocasionó un revuelo terrible, tenía periodistas en la puerta de mi casa y no entendía qué pasaba. Me asusté, no me gustó demasiado, pero con el tiempo una va aprendiendo que tiene que ir manejándolo a su manera, va adquiriendo más “cintura” para manejar su vida privada. Estaba sufriendo una separación, tenía a mi hija chica y de golpe la tenía que esconder… Cuando me casé con Adrián (Suar) también hubo mucho furor, hasta helicópteros (se casaron en su casa), le pagaron a los vecinos para entrar a sus casas y filmarnos desde ahí... Tenés que aceptar que esta profesión tiene estas cosas.
-Aunque, en general, has tenido buena relación con los medios, jamás hubo un escándalo.
- Nunca los traté mal, hasta les daba pizza a los que hacían guardia (sonríe). Fue muy coherente mi vida con lo que mostraba, no tenía nada que esconder. Siempre fui auténtica y eso provocó una relación relajada con la prensa y con el público. Así, la gente te cree.
-De todas formas, cualquiera puede tener un mal día…
- En ese caso, pido disculpas. A veces tengo un mal día y lo demuestro. Parece que el actor debe disimular que está bien todo el tiempo, pero yo no sé disimular, aunque les doy una explicación.
-Para las celebridades, el celular con cámara no debe ser un buen invento…
- Y… me pasó que me sacaran fotos hasta cuando estaba en un lugar rezando. A la tercera le dije a esa persona que pare, yo sé que molesta decirlo, pero era un momento muy íntimo.
-¿Te sigue preocupando el acceso de tus hijos a todo lo que se pueda decir o inventar en los medios?
- Tengo cuidado, a Flor (también modelo y actriz) siempre la protegí en su intimidad de infancia, siempre estuvo con sus amigos del barrio y del colegio. Le hablo mucho ahora que es más grande, desde el lugar de mamá. Espontáneamente me salió ser cuidadosa, nunca estuve en la noche de Buenos Aires, y eso se lo fui inculcando. Con Toto (Tomás) estamos muy bien, trato de no exponerlo demasiado, voy muy poco a estrenos, para después ir tranquila con él. Priorizo la tranquilidad, los cuido como madre.
Pasado y futuro
-¿Tu trabajo te impidió ser una madre presente?
- No me ha dado culpa trabajar, porque hoy en día la mujer ocupa un lugar similar al del hombre, aunque eso hace que una esté más afuera de su casa. El rol de la madre es muy importante en el hogar en todo sentido: en el estudio, en la presencia, en poner límites... No sé si Flor lo sufrió, pero yo estaba más distanciada, iba y volvía, era la época en la que tenía que recaudar para tener mi casa y educarla a ella. Con Toto ha sido distinto porque hoy la realidad es otra, más relajada, de hecho hace cuatro años que no hago televisión (lo último fue “Amas de casa desesperadas” y “Mujeres asesinas”). Recién estoy pensando en retomar el año que viene, ahora estoy abocada a los perfumes (“Sucrerie”), en los lentes que van a salir en septiembre, curso seminarios de temas que me interesen…
-¿Hay algo que no hayas hecho todavía?
- Me encanta el cine, me gustaría incursionar mucho más. Tengo ganas de hacer comedia, o bien algo que tenga que ver con lo que a mí me pasa a esta edad.
-¿Cuál fue el momento cumbre?
- Soy muy inquieta, siempre estoy buscando nuevas cosas, pero hay cosas que se destacaron en el camino, como la publicidad de By Deep, que significó el salto para trabajar en televisión, la chance de protagonizar una novela en la que hice de sordomuda y me encantó (“Nano”), una película como “Alma mía”, que la disfruté mucho, “Amas de casa…”, “Mujeres asesinas”, que es algo muy fuerte porque son casos reales, llega a darte miedo hacerlo. Ese tipo de unitarios dan un prestigio que no da la comedia, más allá de que la comedia es fantástica.
-¿Cómo te imaginás a los sesenta y pico?
- Siempre me ronda en la cabeza que en un momento voy a poner un freno real. Si bien trabajar me hace bien, me dignifica, quizás más adelante me gustaría trabajar en otras cosas, de manera más calmada. Además, tengo el sueño de irme a vivir a otro lugar, más relajado. Me gustaría ser una abuela que está con sus nietos, que lleguen a mi casa y sientan olor a torta... Estar muy expuesta me agota, es como si me quitaran el alma, más la idea de que no puedo decir que no, sobre todo al principio de mi carrera. ¡Sí que puedo decir que no! Necesito parar. Me imagino una vida mucho más tranquila.
-¿Cambiarías algo de lo que pasó o hiciste en este tiempo?
- Trabajar tanto me hizo perder cosas que me hubiese gustado hacer, como una carrera universitaria. Siento que hay cosas que puedo recuperar y cosas que no. Me hubiese gustado viajar mucho más, si bien he viajado mucho por mi trabajo, no es lo mismo. Eso trato de inculcarle a Flor, que disfrute de sus vínculos, que disfrute de viajar. Yo a su edad ya era mamá, mis prioridades eran otras. Que haga carrera, que se equivoque. Ella tiene permiso para equivocarse, yo a su edad sentía que no tenía permiso para equivocarme. Se vinieron al mismo tiempo el trabajo a full y el embarazo, tuve que crecer de golpe.
Araceli González, Carola Reyna, Mercedes Morán y Gabriela Toscano, las cuatro “Amas de casa desesperadas”, su último gran éxito en TV. La mayoría de las escenas se filmaron en Pilar.
Una vecina más
Araceli González vive en Pilar desde 2002, cuando llegó en busca de un lugar tranquilo y seguro, en el que sus hijos vivan cerca del colegio. “Me fui adaptando al lugar –afirma-, me gusta el verde, me da la sensación de pueblo, voy al cine, a cenar... Tanto nos acostumbramos que ir a Capital me resulta terrible. Me gusta vivir acá y mis hijos disfrutan viviendo acá, sus amigos están todos en Pilar, es muy difícil pensar en otro lugar.
A su vez, jamás se olvidó de su barrio natal: “En Ramos Mejía tengo mis amigos y hasta mi dentista. Mantengo las relaciones, esas sogas no las suelto. Tiene que ver con cómo una fue educada, lo que me costó llegar, son los valores que te inculcan y lo que ya viene con uno. El ser mamá muy chica me hizo ser mucho más ordenada y responsable”.
Una de sus facetas menos conocidas es la de fanática del supermercado: es habitual verla entre las góndolas de un hipermercado del Kilómetro 50, donde ha llegado a pasar ¡cuatro horas!: “Para mí es un paseo, elijo la comida, disfruto del recorrido, me tomo un café antes de volver a casa... Pero todo el mundo detesta acompañarme (risas)”.