En este teatro democrático que presenciamos en la reciente elección del Defensor del Pueblo de Pilar, resulta desalentador prever que la misma obra se representará nuevamente dentro de cuatro años. Aunque la convocatoria pública a cualquier vecino del distrito sugiere un proceso democrático, la realidad es que la elección de un concejal que está a punto de finalizar su mandato maquilla una realidad más cruda.
Esta crítica no busca personalizar el señalamiento hacia el nuevo Defensor del Pueblo de Pilar, Adrián Maciel (ojalá le vaya muy bien), sino más bien poner de manifiesto un mecanismo cuestionable en la elección de figuras fundamentales para la defensa de los derechos de los ciudadanos. La convocatoria abierta a comerciantes, vecinos y profesionales se presenta más como un acto de relaciones públicas que como una oportunidad real para la participación ciudadana.
La verdad subyacente es que, incluso antes de la próxima convocatoria para el año 2027, se podría entrever que el futuro Defensor del Pueblo de Pilar surgirá entre los concejales que asumirán el próximo 10 de diciembre y que no renueven una banca cuatro años más tarde. Este panorama revela una realidad política local en la que los políticos profesionales, en bloque y en complicidad, lo cual trasciende las barreras partidarias e ideológicas, se aferran a cualquier cargo en el Estado. De las 21 personas que participaron de una teatral convocatoria, había uno que ya tenía desde hace rato asegurado el protagónico, los demás lo vieron desde la platea o desde el gallinero.
A pesar de la fatiga del pueblo frente a tanto gatopardismo político, la maquinaria persiste. La reciente sacudida en las urnas, ocurrida hace una semana, puede considerarse un claro mensaje de descontento y la expresión de un cansancio social ante prácticas políticas que poco contribuyen al verdadero bienestar de la comunidad.
Es imperativo que los ciudadanos estén alertas y participen activamente en la vigilancia de estos procesos, exigiendo la transparencia y la responsabilidad que merecen. La democracia real no puede ser solo una ilusión, y la manera en que se hace la elección del Defensor del Pueblo de Pilar es un caso paradigmático que demanda un escrutinio crítico y la participación activa de la ciudadanía.
En conclusión, estás líneas -aunque suenen redundantes- no busca menoscabar a la persona del concejal que dejará de serlo el próximo 10 de diciembre y que casualmente el próximo 10 de diciembre asumirá como nuevo Defensor del Pueblo de Pilar, sino destacar la necesidad de que una elección de este tipo no despierte las suspicacias que hacen dudar de la transparencia y la ética con la que deberían actuar los representantes del pueblo de Pilar en su conjunto. La ciudadanía merece más que una farsa política; merece una representación honesta, comprometida y libre de maquinaciones políticas predecibles. Aunque algunos justifiquen que es atribución del cuerpo elegir a quién se les dé la gana, lo cual es cierto, sin embargo, para los 20 vecinos independientes que se postularon con la creencia de participar de una convocatoria verdadera, abierta y transparente, el casting fue una tomadura de pelo.
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