Catalina Sánchez Bardi (27) vivió muchos años de su
vida en Del Viso, en un hogar donde sus padres le enseñaron a vivir de forma
creativa. Fue a una escuela Waldorf y, al terminar el secundario, definió que
el suyo era el camino de las artes, un sendero que, para ella, es el ideal para
poder canalizar problemas personales y grupales.
¿Cómo
empezó tu vínculo con el arte y por qué?
Mi vínculo con el arte nació en casa; ahí nunca
faltaron oportunidades para ser creativos en todos los ámbitos de la vida,
desde el juego, los cuentos, las charlas para explicarnos cosas serias y hasta
las peleas. Creo que mis padres son personas que supieron, con muchísima
creatividad, transformar situaciones de la vida para que nosotras tengamos una
infancia feliz, llena de imaginación, experiencias y amor. Todo eso y mi gran
asombro por la vida me fueron formando y dando las herramientas suficientes
para sentir que el arte es un lenguaje más de expresión en mi vida.
Además, finalizando el primario, me cambiaron a un
colegio Waldorf donde, después de unos años, pude darme cuenta de que me
hicieron descubrir que el arte no era solo una virtud, sino una herramienta más
para ser en la vida, para relacionarme con las personas y, a través del cual,
generar espacios de sanación. A partir de ello, el arte no fue más una mera
habilidad, sino una responsabilidad conmigo misma y con la comunidad.
Una
vez terminado el colegio, llegó el momento de elegir el futuro. Me imagino que
no lo dudaste y te inclinaste por una carrera vinculada a las artes.
En realidad, estaba entre estudiar derecho penal o artes
visuales. Finalmente empecé artes visuales con orientación en dibujo en el
U.N.A, sin embargo en ese momento pintaba y usaba más colores que el mismísimo arcoíris.
En 2012 arranqué Taller con María Laura Pini y, sin
dudas, el dibujo empezó a ganar más protagonismo. Fue ella quien me impulsó a
buscarme a mí misma en los trabajos que hacía, a conformarme no solo con tener
la "habilidad” sino a desarrollar un lenguaje visual propio. Para encontrar eso
dentro de una obra tuve que empezar a limpiar la imagen; así fue como se fueron
el color y las técnicas mixtas y el lápiz grafito y mina, las barras de
grafito, el plumín y la tinta china se convirtieron en mis herramientas
preferidas no solo por el resultado que se logra sino por su austeridad y
simpleza. Ahora dibujo porque lo necesito, pero no soy dibujante, soy artista y
para cada etapa uso aquello que me ayude a expresarme.
¿Tu
presente profesional en dónde te encuentra?
Hoy en día trabajo dando talleres de dibujo y
técnicas mixtas para chicos, jóvenes y adultos en el espacio Lupe Barceló, en
las Lomas de San Isidro. También doy clases particulares, acompañando procesos
artísticos y vendo mis obras. Por otro lado, junto a Isabel Battilana que es
colega y amiga de toda la vida, estamos armando un proyecto que se llama DOS,
en el cual llevamos a cabo propuestas artísticas que son diferentes a nuestros
caminos como artistas.
Además, desde que terminé el colegio doy Tallercito
de Arte y este es el primer año que también doy clases a adultos. Me encanta
compartir lo que sé y aprendo mucho dando taller, es un gran motor.
¿Tuviste
la posibilidad de exponer alguna de tus obras este año?
En junio expuse SIMPLE en Negro House & Pleasures,
fue una muestra individual y todavía hay algunas obras colgadas. El mes pasado
estuve en "Arte en la Herencia”, en La Herencia de Pilar y estoy empezando a
trabajar para una última muestra a fin de año pero el lugar no está definido
todavía.
Esta
obra que mencionás, SIMPLE, ¿cómo la definirías?
Habla de lo que me atraviesa en este momento, que es
la búsqueda por lo simple en la vida. Dentro de lo compleja que es la vida, ir
en busca de lo simple me llevó a encontrar belleza en lo más mundano.
Para
cerrar, me gustaría saber qué fue lo más importante o simbólico que te brindó
esta profesión.
Lo que más me movilizó y todavía me sigue tocando
hasta la última fibra es ver cómo a través del arte se pueden canalizar
problemáticas personales y grupales. En el transcurrir de estos años de
tallercito para chicos, se sentaron en la mesa una variedad de pequeños con
distintas historias, pero en el taller, ellos son ellos. Ver cómo a través de
un lápiz, pincel, pinza o lo que sea, sacaban para afuera nudos, vivencias,
aprendizajes, angustias o preguntas, es muy gratificante. Ser un medio para que
esas cosas sucedan, sobre todo en una etapa de crecimiento donde necesitan
experimentar desde lo sensorial y salir un poco de lo intelectual, es una gran
bendición y un gran desafío.
"Sé
que mi camino es mediante el arte, creciendo, aprendiendo y transformándome”.