Considerado un acto de reivindicación (y sobre todo, de justicia) con uno de los mejores deportistas argentinos de todos los tiempos, este martes Netflix estrenará “Vilas: serás lo que debas ser o no serás nada”, documental que abarca la vida y carrera del tenista que debió ser número 1 del mundo más allá de los caprichos de una computadora.
El largo recorrido del Gran Willy incluye un par de capítulos relacionados con Pilar y su gente, situaciones disímiles entre sí pero ambas dignas de recordar: una clínica a fines de los ‘90 y, ya en 2008, el posterior encuentro con un fanático local, quien le obsequió un tesoro que parecía perdido.
En 1998, Guillermo Vilas llegó al distrito acompañado de José Luis Clerc y Ricardo Cano. Los tres (indudables referentes y responsables de la popularización del tenis en Argentina) visitaron la ciudad deportiva del Club Atlético, donde dieron una clínica y jugaron un partido de exhibición.
Rodeado de chicos y adultos que querían un autógrafo del genio –en esa época, aún no existían las selfies-, Vilas derrochó simpatía desde que llegó al predio de ruta 8. Ya en la cancha, micrófono en mano fue entregando algunos secretos para un mejor juego, mostrando destellos de esa zurda que enfrentó y muchas veces superó a las mejores raquetas de su tiempo.
Tesoros
Diez años más tarde de aquella visita, en 2008, el pilarense Alejadro Diorio cumplió un sueño al regalarle al mismísimo Guillermo Vilas algunas piezas de su vasta colección.
Jugador e instructor de tenis pero también un apasionado de su historia, Diorio fue armando un verdadero museo con raquetas y demás elementos de todas las épocas.
Un día, sonó su teléfono… “Hola, habla Guillermo Vilas”, decía la voz del otro lado del celular: a Willy le habían comentado sobre la colección de este pilarense, y no dudó en llamarlo para confirmar si poseía una de las primeras raquetas que había utilizado.
“Yo sabía, por otro coleccionista, que Vilas estaba buscando un tipo determinado de raqueta llamada Copa París, y como yo la tenía este hombre me la quería comprar. Le decía que no, hasta que me dijo que la quería el propio Guillermo, así que le dije que quería contactarme con él”, recordaba años atrás en diálogo con El Diario.
El encuentro entre ambos se hizo realidad en el Vilas Club, donde Diorio pudo de disfrutar de toda una tarde junto al extenista, quien no tuvo reparos en charlar durante horas de sus años en el circuito.
Allí, el pilarense le obsequió la Copa París, pero además una Dunlop Blue Flash (la segunda raqueta que el campeón usó en su vida), una Dunlop White Flash de la década de 1940 y una raqueta estadounidense de la década de 1960, marca Davis.
Algo que seguro abordará el documental de Netflix y que el vecino de Pilar pudo comprobar es la memoria y el comportamiento casi obsesivo de Vilas. “Cuando hablamos de una de las raquetas, pensó que quizás pudo haber sido alguna que él mismo usó en su juventud. Me hizo fijarme si tenía un pequeño número escrito con birome azul, y efectivamente allí estaba el número… Por lo que es más que probable que haya encontrado una de las raquetas con las que Vilas empezó a jugar”.
El dato
El documental sobre Vilas es una creación del periodista Eduardo Puppo, quien lucha junto al extenista para que se le reconozca el 1 del ranking en 1975.