Esperando Pascua

Una Cuaresma marcada por el Jubileo 2025

Por Jorge Ritacco, cura párroco de Pilar.

7 de marzo de 2025 - 08:58

Este miércoles fue miércoles “de ceniza”, lo que nos introduce a vivir un tiempo especial como es la Cuaresma, más importante porque es la del Jubileo 2025. El Jubileo es una gran Cuaresma que vive cada 25 años la iglesia, ya que celebra la alegría de ser lo que es, tomado del Antiguo Testamento.

Es tiempo de conversión, de vuelta a Dios. En el Antiguo Testamento se subía al templo de Jerusalén y se ofrecía un sacrificio, se pedía perdón por todos los pecados. Es interesante cómo se vivía en el Antiguo Testamento el jubileo. Era la alegría de reconciliarse, de poner todas las cosas en orden en la casa interior.

Todos necesitamos parar y revisar nuestra vida, más aún cuando en el pueblo de Israel se perdonaba todo, incluso las deudas. Es lo que toma la Iglesia, es la tradición que continúa. La idea es que cada 25 años volvamos también nosotros a tener una alegría jubilar. Así, se designan algunos templos en los que se vive el espíritu de conversión peregrina. El peregrinar es tomar un poco de sacrificio, de ofrecimiento. Se pide perdón por los propios pecados y se alegra por la reconciliación, por los dones recibidos. Se reza por el Papa, más en estos momentos de su enfermedad, por todas las intenciones de la vida en la iglesia y se entra en el templo jubilar pidiéndole al Señor poder ganar las indulgencias, es decir el perdón más profundo de todo pecado.

Los templos que ha elegido nuestro obispo Pedro para que sea lugar de peregrinación y de encuentro con Dios en Pilar, son tres: el de María Reina del Cielo, el Santuario de Schoenstatt y la Parroquia Nuestra Señora Del Pilar. En esta última vamos a realizar la apertura de la Puerta Santa, es decir, abrimos la puerta del corazón con sentido de reencontrarnos de vuelta con Dios, para que me sirva para la conversión, a cambiar mi vida y pedirle al Señor la gracia de poder revisar nuestra vida en este tiempo. Démonos cuenta cuáles son nuestros errores y las cosas que todavía no están a la altura de Dios. También cuáles son mis talentos para hacerlos crecer de manera que pueda cambiar y esto en el contexto de la Cuaresma.

También empezamos la preparación para la Pascua, para resucitar, para empezar una vida nueva. La Pascua es todo nuevo. En la noche de Pascua encendemos el fuego nuevo, bendecimos el agua nueva y encendemos la vela nueva.

Jesús resucitó a una vida nueva. Esa resurrección es un acontecimiento histórico, pero no solo queremos hacer recordar ese acontecimiento, queremos vivirla nosotros también, anticipadamente lo que va a ser un día nuestra propia resurrección. Resucitar en vida nueva significa la oportunidad de darnos una vida nueva.

Dios nos da siempre esa oportunidad de reconciliación. Hay una imagen de la Palabra que a mí me maravilla, es la imagen del padre de la parábola del hijo pródigo, del padre misericordioso (Lc 15, 11-32). Todos los días el padre miraba el camino para ver si volvía el hijo. Dios está así con nosotros, a ver cuándo volvemos, sin excusas, sin vueltas, sin enojos. Es dejarse abrazar por él. Es empezar una vida nueva. El padre de la parábola le devuelve la dignidad de ser su hijo suyo. Se manifiesta en el abrazo. Dios está esperándonos para abrazarnos y esto es el tiempo jubilar. Es el tiempo de la Cuaresma, dejarnos abrazar por el Padre.

Esta es nuestra esperanza. El Papa puso como lema del año jubilar “peregrinos de la esperanza”. ¿Y cuál es nuestra esperanza? Es el amor que Dios nos tiene, que nos ama tanto que es capaz de perdonar, perdonarnos siempre, perdonarnos para olvidar.

Seamos jubilosos en el Año Jubilar. Al colocarnos la ceniza en la cabeza, como un gesto penitencial, es un signo de que quiero y soy capaz de darlo todo por Jesús. Es un signo de pedir perdón y dejarnos abrazar por el Padre. Pidamos al Señor que lo vivamos de esta manera.

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