Apenas seis meses habían pasado desde que la humanidad celebrara la llegada de un nuevo milenio. Pilar vivía la expansión demográfica más grande de su historia y su primer centro comercial, fundado en la década del 90, se consolidaba como epicentro del entretenimiento nocturno.
Este domingo, el Día de la Patria el restaurante celebrará sus 25 años con un brindis para sus clientes, muchos de ellos habitués desde aquel 25 de mayo del 2000 cuando se encendió el fuego por primera vez.
"Tinto y Soda nació en otro Pilar y vio el desarrollo de una ciudad única en el país. Fuimos testigos de épocas de un brillo descomunal en Pilar y otras de crisis, muy complicadas", recordaron desde el restaurante que desde sus inicios y sorteando obstáculos logró consolidarse como un lugar de referencia gastronómica de la Zona Norte.
Son varias las aristas que explican no solo la persistencia sino la expansión de Tinto y Soda, que hace dos años abrió una sucursal en el complejo La Aldea del kilómetro 44.
La primera de ellas, afirman desde el restaurante sin un ápice de dudas, es el espíritu del lugar que desde el primer día logró instalarse como un sitio de pertenencia para los clientes, a los que con afecto llaman "parroquianos". Hombres y mujeres para los que comer en Tinto y Soda es una especie de ritual con el que cumplen religiosamente desde hace dos décadas y media. Y el lugar devuelve la gentileza con cobijo, calidad, buena atención y reconocimiento.
"En un mundo donde se necesita tanto que te reconozcan, que haya un lugar donde sepan quién sos, qué te gusta comer, es algo que regocija", remarcan desde Tinto, para agregar que "tenemos muchos clientes de hace 25 años, familias que vienen todos los domingos, gente que viene sola porque sabe que con alguien se va a encontrar, es una especie de club social y ese espíritu no se ha perdido nunca. En La Aldea está pasando lo mismo, tenemos muchos parroquianos de costumbre y eso es algo que hay que cuidarlo".
Aferrado a ese espíritu, Tinto sorteó obstáculos propios de una coyuntura económica y social nunca sencilla. El primero de ellos, la crisis del 2001 cuando apenas había transcurrido un año desde su apertura, vaivenes mediante llegó la pandemia, la caída actual del consumo, y también años de esplendor donde la gastronomía de Pilar creció y se volvió un faro para la región.
Fue la creatividad y el equipo de trabajo actualmente integrado por 80 personas, aquello que les permitió no sólo continuar sino crecer en contextos desafiantes. "Lo mágico es el equipo, el trabajo colectivo, la cordialidad con la que se trabaja. Y la creatividad, siempre estamos inventando", afirmaron a la hora de explicar el presente.
Gastronomía
La mística de Tinto y Soda se estructura en torno a una gastronomía de primera calidad que continúa, invariable, a lo largo de los años.
La fortaleza de su propuesta radica en la calidad de los productos utilizados. "La mayoría de nuestra carne es de pastura, no es feedlot y eso cambia un montón", detallan desde la cocina.
Entre los platos más pedidos, el asado de tira y la entraña, en particular esta última que logró consagrarse como una marca registrada, llevan la delantera.
Sin embargo, otras propuestas -igual de clásicas- como los buñuelos de espinaca, las milanesas de ternera o los risottos en todas sus variantes, no se quedan atrás.
Para el invierno, tal como viene ocurriendo desde hace más de una década, llegará la temporada de puchero lista para quedarse tanto como dure el frío. La largada está prevista para el 1ro. de junio.
Para celebrar sus 25 años, este domingo a las 19 se organizará un brindis en Tinto y Soda donde no faltarán las empanadas de carne, los mencionados -y elogiados- buñuelos, y el buen vino.
La entraña, el plato estrella
De forma natural, entre sus diversos platos de carne premium hubo uno que logró imponerse sobre el resto, ganando devotos que le rinden culto desde hace 25 años. Se trata de la entraña, que hoy es el corte más pedido de la carta de la tradicional parrilla del shopping Torres del Sol.
Es su tamaño uno de sus grandes secretos. Por tratarse de carne de novillo, es un corte más grande que el que se acostumbra a ver en carnicerías. El proceso de maduración al vacío por 15 o 20 días y la pericia del parrillero con su cocción “vuelta y vuelta” hacen de la entraña de Tinto un plato memorable.
El tiempo de estacionado es fundamental para contentar a todos los paladares independientemente del punto de cocción preferido. Incluso quienes se decantan por el “bien cocido”. Cada porción ronda los 700 gramos de carne.