La Navidad es el momento en que muchas familias se reúnen, nos encontramos para ver nuestras virtudes y defectos, nos visitamos con los que hacía mucho que no veíamos; todo ello nos hace bien, aunque mucha gente dice que no quiere la Navidad justamente por eso, porque ya no existe lo que estaba… Mucha gente quiere pasarlo sola.
Otras veces con la Navidad ocurre como en algunos bautismos de los chicos, hacemos una gran fiesta en casa, están todos los tíos, los abuelos, los chicos, etc. ¿Y dónde está el homenajeado? Tapado por los abrigos y los regalos en una cama. O como una fiesta de cumpleaños en la que nadie invita al cumpleañero ¿Esta es la fiesta de cumpleaños de Jesús y ¿alguien lo invitó a Jesús?
Lo grande de la navidad es el Emanuel, Dios con nosotros. Todo el Antiguo Testamento nos cuenta la historia del pueblo de Israel y fundamentalmente los actos y signos de presencia de Dios, donde el pueblo de Israel pudo decir que Dios está con nosotros, porque vino caminando con nosotros, no los abandonó y Dios lo reafirma con su propio gesto, con su propia palabra. La Palabra dice eso, si tu padre y tu madre te abandonan yo no lo haré.
La Navidad es el gesto amoroso de Él, para salvarnos y para que aprendamos la lección quiere caminar con nosotros, no quiere salvarnos de afuera de una manera extraordinaria, que aparezca una nave como bajada de los cielos.
¿Y cuál fue su propuesta entonces? Meterse en una familia, desde lo pequeño, de una familia muy simple, de laburantes, es decir que desde María y José siempre optó por lo pequeño y desde adentro hacia afuera, para mostrarnos justamente que desde lo pequeñito de todos los días es donde se construye las grandes salvaciones.
Esto es lo grande de la Navidad, como dice un prefacio de Navidad que siendo tan grande se hizo tan pequeño, siendo Dios se hizo hombre. hoy nos debiera maravillar a nosotros el deseo de la admiración, admirarnos al misterio de un Dios que no nos deja, que camina con nosotros. Ello exige que paremos un momento y admiremos el misterio de un Dios que no nos deja y que no nos abandona.
Estamos en una etapa de transición social, política y económica de nuestro país, qué todo esto no nos tape y no nos haga perder mirar el misterio de un Dios que nos ama tanto que se hace uno de nosotros. Todo lo grande de la Navidad es que Dios se hizo hombre y comparte nuestra humanidad y eso nos hace ver dos cosas:
Primero, que el mundo no se salva por políticas sociales o por leyes, sino por el cambio de corazones y ello no es fruto del resultado de un acto democrático. Los corazones se cambian por la conversión y cuando una persona se convierte cuando puede descubrir que no está solo, que Dios está cambiando con él y este regalo de Navidad estará pese a las dificultades de todos los días, siempre presente.
Por eso lo segundo que quería decir, es que la salvación no se logra desde afuera sino desde adentro, “nada se redime si primero no se asume”, decía Santo Tomas. Y Dios asume la naturaleza humana con todo lo bueno, pero también con todo lo pecador que es. Lo maravilloso de la Navidad es que nada nos puede angustiar o quitar, porque Dios está con nosotros. Nos angustia cuando perdemos la Fe, esos anteojos de la fe que generan esperanza y amor en el hombre, entonces no vemos a Dios; no vemos que Dios está con nosotros por nuestra poca Fe.
Cuando decimos Feliz Navidad estamos diciendo, confía que Él está con vos. Pidamos al Señor el regalo más grande, que nos dé una gran Fe para admirarnos de este gran misterio de un Dios que no nos abandona.
¡Feliz Navidad!