A los 85 años

Falleció Jorge Roncoroni, uno de los "locos de la azotea" pilarenses

Formó parte del grupo de vecinos que en 1964 impulsó la primera transmisión de radio local.

7 de noviembre de 2024 - 10:29

A los 85 años, falleció Jorge Antonio Roncoroni, querido vecino y uno de los "locos de la azotea" pilarenses que impulsaron la primera transmisión radial local en 1964.

Precisamente, fue el pasado 3 de octubre cuando se cumplieron 60 años de dicha proeza que se logró gracias al trabajo de Guillermo Dolera, Miguel Murad, Reinaldo Sapucci, José Pérez, Vicente Zucca, Beto Pinheiro y el propio Jorge. Debido a esa hazaña, esa fecha es señalada como el "Día de la Radiodifusión pilarense".

Su deceso se produjo tras una larga internación en un centro de salud de la Ciudad de Buenos Aires y sus restos fueron inhumados en el cementerio Parque Recoleta.

Hincha fanático de Racing, continuó asistiendo al "cilindro de Avellaneda" junto a su hijo Fernán tanto como su salud se lo permitió.

Pionero de la radio

A mediados de los ’60 las únicas AM que podían escucharse en el distrito eran las provenientes de la Ciudad de Buenos Aires. No obstante, el Consejo Nacional de Radio y Televisión (CONART) en algunas ocasiones otorgaba permisos temporarios para que los municipios pudieran cubrir sus fiestas populares.

Así, en el marco de las Patronales de 1964, un grupo de jóvenes, entre ellos Roncoroni, se decidió a insistir en la concesión de una de estas licencias: así nació Radiodifusora Impulso, cuya corta vida abarcó del 3 al 12 de octubre de ese año, transmitiendo desde el primer piso del Club Atlético Pilar.

A la emisora se le asignó la sigla LT 20, una frecuencia de 1440 kilohertz y una potencia de 100 vatios. Su eslogan fue “Acompaña, educa, entretiene, informa”. El período alcanzó para, por ejemplo, transmitir parte del show de Héctor Varela, cubrir la llegada en helicóptero del gobernador Marini (que bajó en la vieja cancha de Atlético, en el barrio Tropiano) y transmitir de la 1º edición de la Fiesta de la Flor, en Escobar. Todo bajo una lluvia torrencial que convirtió la apuesta en una proeza.

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