En este fin de semana XL, los vecinos de Pilar están viviendo el Carnaval, momento que a lo largo de los años tuvo un denominador común, más allá de los cambios de época: la alegría y celebración de todo el pueblo.
Los clubes competían por tener la mejor carroza. En la era dorada llegaron Palito Ortega, Sandro y Julio Sosa, entre otros.
En este fin de semana XL, los vecinos de Pilar están viviendo el Carnaval, momento que a lo largo de los años tuvo un denominador común, más allá de los cambios de época: la alegría y celebración de todo el pueblo.
Nada menos que un siglo pasó desde aquellas carrozas de antaño hasta los espectáculos que actualmente ofrecen las murgas barriales, siempre marcados por la dedicación y esfuerzo de cada uno de los pilarenses que forma parte del tan esperando evento.
Años dorados
En Pilar, la era dorada fue sin dudas la que transcurrió entre las décadas de 1940 y 1960. En aquel entonces, la caravana partía desde la zona de las “cinco esquinas” con destino a la plaza 12 de Octubre, donde una vez allí no daba la vuelta completa sino que hacía una especie de “herradura” para no pasar delante de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, como muestra de respeto al templo.
Además, como era feriado el festejo se extendía hasta el martes, tal como volvió a ocurrir desde 2010 luego de una larga interrupción decretada en tiempos de la última dictadura.
En cuanto a la organización, el Municipio distribuía los espacios alrededor de la plaza y aportaba la iluminación. En tanto, durante meses las subcomisiones de clubes y otras entidades trabajaban a pulmón para estar a la altura de la circunstancias cuando llegara el momento de lucirse.
Todos soñaban con ser premiados como mejor carroza o mejor comparsa, así como tener a la Reina del Carnaval en sus filas. Una vez comenzado el carnaval, los carruajes se contaban por decenas, en una dedicación solo comparable a la de las Fiestas Patronales aunque –claro está- con otro semblante.
Estrellas
Aquellas eran épocas en las que los clubes Atlético, Sportivo, Peñarol y San Lorenzo traían a lo mejor del momento, tanto orquestas como grupos y solistas.
Así fue que por Sportivo pasaron, entre otros, Palito Ortega, Julio Sosa, Estela Raval y los Cinco Latinos, Johnny Tedesco y más. Por su parte, en el Rancho se lucieron Juan D´Arienzo, Oscar Alemán y el propio Palito, por mencionar algunos.
Si bien la población de Pilar era muy inferior a la actual, en los clubes se agolpaban 2 mil personas o más, una multitud para aquellos tiempos. Por eso, más de una vez la capacidad de los clubes quedaba chica y los bailes debían trasladarse a la plena calle.
En paralelo, lo mismo sucedía en Presidente Derqui, donde los corsos tenían lugar en la Avenida de Mayo. En sus albores, el Club Presidente Derqui recibió a estrellas como Sandro, Alberto Castillo o los Wawancó. Incluso, en la localidad se llevaban a cabo carnavales de invierno, toda una novedad para la zona.
Alegría
El carnaval en Pilar se extendía durante varios días y no había distinción de edad, sexo o clase social.
En la plaza 12 de Octubre, los más afortunados conseguían ocupar alguna de las sillas ubicadas alrededor de espacio verde, mientras que el resto miraba de pie el paso de las carrozas.
Una vez finalizados los festejos “oficiales”, después de la medianoche comenzaba la guerra de agua, momento en que sonaba una sirena que anunciaba el visto bueno para comenzar a empaparse entre todos.
Desde principios de los ’60, en Atlético Pilar se apuntó más a lo temático y se llevaron a cabo, sucesivamente, el Carnaval del Circo, el de Antaño y el de Oriente, por ejemplo. Los disfraces se alquilaban en casas de teatro de Capital.
Asimismo, con la proliferación de los colegios Secundarios en el centro de Pilar (como Almafuerte, Modelo, Verbo Divino, entre otros), los jóvenes del pueblo fueron tomando un papel cada vez más protagónico.
Con el paso de los años fueron introduciéndose modificaciones a la celebración. Ya en el siglo XXI el carnaval se trasladó a otros escenarios del casco céntrico, como la Avenida Tratado del Pilar y la ruta 8, desde San Martín hasta Francisco Ramírez.
Del mismo modo, fue sede también el Polideportivo, frente al acceso a Pilar desde la ruta 28, hasta llegar a la versión actual, en la que las murgas barriales animan cada una de sus localidades.
Pasaron los años, cambiaron los tiempos, los lugares y los rostros, pero el Carnaval como sinónimo de alegría popular permanece sin alteraciones.