La obra del Paseo del Centro, inaugurada en los últimos días, significó una renovación integral de buena parte de la plaza 12 de Octubre y las cuatro calles que la rodean.
La obra del Paseo del Centro, inaugurada en los últimos días, significó una renovación integral de buena parte de la plaza 12 de Octubre y las cuatro calles que la rodean.
No obstante, la plaza céntrica tiene una rica historia de más de 200 años, en los que se ha convertido en punto de referencia, espacio de encuentro, escenario de festividades y símbolo de la identidad. Muchos fueron los cambios y las curiosidades que marcaron ese recorrido de dos siglos.
El nacimiento. Luego de varios años de insistencia ante las autoridades, los vecinos del Pilar Viejo lograron que se oyeran sus peticiones para poder mudar al pueblo de aquella pantanosa ubicación original. El traslado comenzó en 1818 y se tomó como punto de referencia la que sería la plaza céntrica, alrededor de la cual comenzaría a erigirse el nuevo poblado.
El molino. La plaza 12 de Octubre (bautizada así a principios del siglo XX) fue cambiando de fisonomía y tamaño a lo largo del tiempo. Entre lo que ya no está, figura un molino de grandes dimensiones que se ubicó en el centro del espacio verde hasta principios de la década del ‘20.
Las fuentes. El molino de viento que estaba ubicado en el medio de la plaza fue reemplazado por una fuente que en su interior tenía peces de colores, atracción obligada para los niños de la época. Además, durante años funcionó otra pequeña fuente / bebedero, pero en la vereda que da a la calle Rivadavia.
El albañil célebre. La plaza continuaba cambiando y la fuente también iba a ser reemplazada, esta vez (y última, hasta el momento) por el mástil que porta a la Bandera Nacional. Uno de los albañiles que participó de la construcción fue el joven Luis Lagomarsino, quien ni imaginaba que sería caudillo pilarense e intendente municipal.
Símbolo pilarense. En el año 1942 se nombró al espinillo “árbol municipal”. El ejemplar más emblemático se encuentra en el centro de la plaza 12 de Octubre, frente al mástil para la Bandera Nacional, entre el monumento a los héroes de Malvinas y los bustos de Perón y de Evita.
Hacha Brava. En 1961, el intendente Juan Cirilo Sanguinetti decidió reemplazar las tipas de la plaza por los gingko biloba, algo que no fue bien recibido por las “damas notables” del centro. El vehemente jefe comunal llamó a un joven Miguel Saric, inspector general, para ordenarle delante de las mujeres: “¡No me deje ninguna planta parada! ¡Ninguna, carajo!”. Esa decisión le valió para siempre el apodo de Hacha Brava.
El Árbol de la Vida. Si bien en un principio fueron resistidos, lo cierto es que los ejemplares de ginkgo biloba se convirtieron con el tiempo en símbolo y patrimonio de la plaza céntrica, una de las pocas de todo el país que ostentan al “Árbol de la vida”, apodo que tomó al haber “sobrevivido” a los ataques nucleares de Hiroshima y Nagasaki.
Llama eterna. Otras de las características que la plaza de Pilar comparte con un grupo reducido de espacios en la presencia de una llama votiva en el monumento dedicado a José de San Martín, inaugurado en 1958 y ubicado de frente a la iglesia. “Al Gran Capitán, el pueblo de Pilar” expresa la placa.
La reducción. Durante más de un siglo, la plaza tuvo dimensiones mayores las actuales. Fue en 1967 que el comisionado Raúl Colombo, quien había llegado a Pilar durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, decidió “achicar” la plaza para a su vez ensanchar las calles circundantes y permitir el estacionamiento en 45º.
Deportes en el recuerdo. Apostados en la plaza, los vecinos disfrutaban de todo tipo de espectáculos, incluso deportivos: en las calles que la rodean se llevaban a cabo carreras de karting, competencias de las que participaba el mismísimo Jorge Oyhanart en sus comienzos. Además, en las Fiestas Patronales los torneos de vóley intercolegiales atraían a multitudes.