1 de abril de 2023 en Buenos Aires
Tienen al menos 166 años de historia

De las kermés y las carrozas a los shows multitudinarios; las Patronales según pasan los años

Siempre fueron una fecha de encuentro para la familia pilarense. Desde las celebraciones religiosas hasta los festejos populares, el auge a mediados del siglo XX y el protagonismo que siempre tuvieron los estudiantes.

Por Redacción Pilar a Diario 8 de octubre de 2022 - 12:45

por Celeste Lafourcade

 

Doce salvas de bombas separaban al día más esperado del resto del año. Cuando el reloj marcaba las 8 y las efemérides nacionales recordaban la llegada de Colón a América, el pueblo se preparaba para dedicarle la jornada a la Virgen patrona, la que se le apareció a Santiago Apóstol en un pilar en Zaragoza (España) y cuya advocación dio nombre al Partido.

Surgidas en sus inicios como un festejo netamente religioso, los años no tardaron en incorporarle paulatinamente condimentos vinculados al entretenimiento que terminaron por convertir las celebraciones patronales en un evento más social que eclesiástico.

Las comuniones, el chocolate caliente, los vestidos de estreno, los pañuelos en la solapa marcaban el ritmo de un día que forjó, más que ningún otro, la identidad de los pilarenses como pueblo.

No obstante, aunque ya desde la primera mitad del siglo XX las patronales comenzaron a adoptar elementos de fiesta popular, la historia de las celebraciones empezó mucho antes.

De acuerdo a los primeros registros escritos y por la estampa impresa que invitaba a las bendiciones inaugurales del actual templo, previstas para el 12 de octubre de 1856 (aunque terminaron por realizarse en vísperas de la Navidad de ese mismo año), puede afirmarse con seguridad que las celebraciones cuentan con al menos 166 años de antigüedad.

Sin embargo, la tradición oral hace suponer que los homenajes a la Patrona datan incluso del siglo XVIII teniendo en cuenta que ya en 1729 María Cabezas, descendiente del grupo de soldados aragoneses que en 1670 instalaron el primer fuerte en la actual localidad de Manzanares trayendo consigo una imagen de la Virgen del Pilar, pidió autorización para rendir culto a dicha advocación. Cinco años después de que el Papa Inocencio XIII concediera oficio litúrgico para la virgen del Pilar para el 12 de octubre.

La vuelta al perro

Hasta bien entrada la década de 1970, como confirman las estampitas amarillentas que aún descansan en libros y roperos, el 12 de octubre era la fecha señalada para que todos los chicos de Pilar educados bajo la religión católica reciban su Primera Comunión.

Después de la docena de estruendos, con pomposos vestidos las niñas y el inconfundible moño blanco en el brazo los varones, se aprestaban a cumplir con el tercer sacramento. Las fotos de rigor, el fervor de los padres y la prolijidad de los primeros minutos daban paso luego al ritual del chocolate con masas ofrecido por el Instituto Madre del Divino Pastor que por aquel entonces funcionaba sobre la calle Belgrano.

Mientras tanto, en la plaza céntrica ya instalados desde la madrugada, los puesteros trotamundos ofrecían comida y diversión a cambio de monedas a las familias que a pleno, aprovechando las bondades del feriado, salían a dar la vuelta al perro.

“Al mediodía nos íbamos a casa, almorzábamos rápido y volvíamos a la plaza, se vivía un clima muy lindo, nos encontrábamos con todos los vecinos”, recordó el vecino y coleccionista Armando D´Auría, que entre sus fotos atesora varias instantáneas del día en que el pueblo salía de punta en blanco.

“¿Qué te vas a poner para el 12 de octubre?”, era la pregunta más escuchada entre las chicas en vísperas de las Patronales. Después de almorzar se volvía a la plaza y se estrenabas un vestido, era la fiesta más importante del pueblo y todos estaban pendientes de eso.

La elegancia a la hora de vestirse no era patrimonio exclusivo de las mujeres. Según los memoriosos y como atestiguan las fotografías, la bicicleta como medio de transporte no era excusa para abandonar el traje. 

Palos enjabonados, derribo de latas, pruebas de magia, carrera de sortijas, entre otros entretenimientos de kermés le daban color a la jornada, entre fotógrafos que tentaban a los más chicos con sus ponys y llamas, los mismos que en la década del 80 cambiaron las viejas máquinas de pie por las instantáneas Polaroid.

“Había un juego que daba pollitos como premio, con mis hermanos hemos llegado a llevarle 60 pollitos a mamá un 12 de octubre”, aseguró D´Auría. Ya en la década de 1990 la incorporación de juegos como el samba y el barco pirata asemejaron la plaza a un parque de diversiones, costumbre que rápidamente fue dejada de lado.

Pero no todo fue juegos de feria en la plaza 12 de Octubre. Los festejos patronales también daban pie a las competencias deportivas. Desde carreras de bicicletas alrededor del espacio verde, costumbre de la que ya hay registros que datan de la década del 30, y competencias de karting en la década del 60, hasta los torneos estudiantiles de vóley en la misma plaza.

Día del estudiante

Aunque atractivas para toda la familia, las fiestas patronales tuvieron siempre a los jóvenes como protagonistas excluyentes. Más que el mismo Día del Estudiante, el día de Pilar fue siempre la fecha propicia para que los alumnos no sólo disfruten sino demuestren sus habilidades frente a sus pares de otros colegios.

A media mañana, la sana competencia se iniciaba con el tradicional desfile cívico militar.

Como en la actualidad, el desfile también congregaba a los centros tradicionalistas, clubes y demás instituciones que funcionaban en el distrito.

Por la tarde, los colegios volvían al trote esta vez para el desfile de carrozas. Se pedían tractores prestados a gente que se dedicara a la actividad agropecuaria y los decoraban con flores, telas y moños, siempre con la ayuda de padres, tíos y todos los que pudieran colaborar. Además de los representantes de las entidades, en ellas desfilaban las aspirantes a reinas que minutos más tarde, al cierre del desfile, eran coronadas en el escenario central.

Los torneos intercolegiales de vóley sobre la calle Rivadavia frente a la municipalidad, primero y luego trasladado a Lorenzo López, frente a la iglesia, fueron otro clásico estudiantil que se abandonó en la década de 1990 y que volvieron a retomarse, sin demasiado éxito, años atrás.

Ya en el ocaso, la fiesta se trasladaba desde el escenario central, siempre amigo de los grandes números musicales, a las actividades de gala organizadas por los diferentes clubes céntricos animadas por importantes orquestas de tango y jazz.

Años negros

Los relatos coinciden en señalar el auge de las Fiestas Patronales como el período comprendido entre las décadas del 40 y del 70. Ya en el 76, el golpe militar modificó sustancialmente el tinte de los festejos así como el ánimo de la gente para salir a la calle.

La tradición de los kioscos es otra que se mantiene hasta estos tiempos, aunque en la actualidad las producciones son capaces de sorprender a más de un escenógrafo. Como lo fueron las carrozas de antaño, es allí donde los jóvenes sacan a relucir sus mejores habilidades manuales y comerciales para atraer a la mayor cantidad de clientes.

La virgen de los gaiteros

Las celebraciones religiosas del 12 de octubre siempre estuvieron marcadas por la peregrinación, oportunidad en la que la Virgen es retirada de su lugar de privilegio en el altar mayor de la Parroquia para ser llevada al ritmo de rezos y cánticos por las calles céntricas.

Tradicionalmente, los peregrinos de a pie eran secundados por los fieles a caballo y no era raro que, incluso, llegaran a Pilar congregaciones religiosas y tradicionalistas de diferentes lugares del país.

Tal era el caso de la comunidad gallega de Buenos Aires que a principios de la década de 1950 casi siempre llegaban en tren en la semana siguiente a los festejos y venían por la Avenida Tomás Márquez tocando sus gaitas, brindando un espectáculo muy pintoresco.

La caminata finalizaba en la plaza 12 de Octubre, donde se encontraban no sólo con la Virgen sino también con Santiago Apóstol, figura que por entonces estaba acompañada por la de un caballo. Con la reforma litúrgica se sacó el caballo que habían donado los gallegos, hecho que no les gustó demasiado. Las peregrinaciones en honor a la Virgen eran un fenómeno multitudinario que hasta la década del 60 llegó a extenderse por varias cuadras.

De a poco, los festejos populares fueron dejando en un segundo plano a los religiosos.

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