Una huerta le permite al hogar compensar la falta de alimentos.
Pasaron 15 años y el comedor comunitario María Auxiliadora sigue solidario como en la profunda crisis del 2001. Entonces, llegó a alimentar a 750 personas todos los días, hoy son 270.
En 1988 el entonces intendente Luis Lagomarsino le cedió parte de un terreno a su responsable, el sacerdote salesiano Dino Bandam. El religioso priorizaba levantar una escuela técnica con salida laboral, pero la Reforma Educativa de Duhalde le impidió repetir la muy buena experiencia concretada en villa La Cava de San Isidro.
“Entonces decidí darle un uso solidario y el amplio galpón que levantamos para escuela lo transformamos en comedor”, recuerda Bandam que con sus 77 años sigue cumpliendo con sus funciones sacerdotales y sociales en el barrio Monterrey de Derqui.
Sin embargo el María Auxiliadora carece de subsidios, los únicos recursos económicos fijos son de su jubilación. Lo poco que pueda sumarse proviene de las ferias de ropa o una lotería familiar por mes.
“La gente ya no almuerza aquí, se llevan en vianda un primer plato, un segundo plato, el pan y a veces alguna fruta”, destaca el cura al tiempo que subraya la labor solidaria de Carmen Ojeda, la mujer que coordina la cocina y la mayoría de las tareas.
El origen de la difícil economía para dar de comer a cerca de 300 personas todos los días, sólo cuenta con la solidaridad de pocas personas de los countries de la zona, o algún gesto municipal como el de una cooperativa que pintó a nuevo el exterior del centro, o cuando Acción Social aporta alimentos una vez por mes.
“La única alternativa para seguir adelante son las compras en el Banco de Alimentos de Munro porque tienen paquetes de ofertas mensuales y aprovechamos”, explicó el padre Dino.
Todas las mañanas a las 10.30 la comida está preparada y lista para ser entregada a los que hacen una larga cola con su vianda. Pero la búsqueda de opciones es una constante para el sacerdote porque en invierno las mujeres hacen el pan con las maquinarias que le donaron y, desde hace un mes, los voluntarios trabajan una prolija huerta que ya comenzó a dar diversas verduras y hortalizas.
Así, día a día y desde hace 20 años, el salesiano escribe su historia solidaria en un barrio populoso y trabajador, pero no exento de bolsones de pobreza. Si alguien puede colaborar comunicarse al (02322) 487210.
Un absurdo
Los gastos para que el comedor alimente a 270 personas son grandes comparados con sus magros ingresos. La jubilación del sacerdote Dino Bandam va casi íntegra a la compra de alimentos. Para cocinar, están las garrafas de 45 kilos que cuestan 250 pesos cada una; y se consumen cinco por mes. Se le agregan los 600 pesos de la cocinera y otros recursos se destinan a la higiene y mantenimiento. Pero lo absurdo es el costo del consumo de electricidad. “Pagamos algo más de mil pesos bimestrales porque para Edenor, insólitamente, estamos en zona residencial, y segundo porque nos instalaron energía trifásica por la máquina amasadora del pan”, comentó el sacerdote.