No diferencia. Los robos ahora alcanzan al nivel primario, tanto en públicas como en privadas.
“Profesora, me falta el celular” o “me robaron la plata que tenía en la mochila”, son frases que se escuchan a diario en las aulas de Pilar. Si bien siempre existieron, los robos entre alumnos proliferaron en los últimos tiempos, dándose tanto en las escuelas públicas como privadas, en los niveles primarios como secundarios.
Tal como suele suceder con los robos que sufren puertas afuera de la escuela –para lo cual, luego de las vacaciones de invierno, se diseñaron corredores seguros-, los botines elegidos por los ladrones son los mismos: teléfonos celulares, dinero y elementos tecnológicos como reproductores de MP3 o cámaras fotográficas.
La característica general es la ausencia de violencia: no se trata de quitar algo por la fuerza, sino de cometer hurtos mientras los alumnos están en recreo, o bien aprovechando distracciones, con el salón vacío en gran cantidad de casos.
Además, si bien es más habitual que los alumnos se roben entre sí en los niveles Secundario y Polimodal, en los últimos tiempos la problemática se extendió a los salones de Primaria. “Los más chicos también roban celulares, útiles y plata”, expresó Carlos, padre de un alumno de un colegio privado que cursa los primeros años de escolarización. “Durante el Mundial, cuando volvían del recreo no encontraban los álbumes, o bien algunas de las figuritas más difíciles”, agregó.
“Con nosotros la situación es tranquila, pero entre los de 2º año se roban todos los días”, comentó hace unos días Damián, un alumno de 3º de Polimodal de otro colegio privado del centro. Por su parte, Agustín presenció en su salón varios robos a compañeros, en especial dinero y teléfonos: “Nunca pudimos descubrir quién era, pero todas las semanas faltaba algo”.
Consumo insatisfecho
Lo cierto es que, más allá de los robos sufridos puertas afuera, dentro del aula los alumnos no están exentos de perder alguna pertenencia personal, a partir de hechos que rara vez tienen un culpable definido.
En este sentido, la directora de un colegio de la zona confirmó que, en su gran mayoría, “lamentablemente son robos que quedan impunes. Además, si se llevan algo de valor que pertenece a la escuela, a veces se les hace difícil cubrirlo con plata a los padres. Igual, por más que lo paguen, genera bronca”.
La mujer confirmó que los botines más requeridos son “celulares, cámaras y plata”. Precisamente, cuando se trata de robos de esta naturaleza, comentó que el colegio “no se puede hacer responsable”, aunque reconoció que “si falta plata, a veces vamos descubriendo quiénes pueden ser, por los comentarios de los chicos. Otras veces hacemos que junten entre todos si lo que se robaron es mucho dinero, como la plata de la cuota. En ese caso, se notifica a los padres y el faltante lo cubren entre todos”.
Los tiempos cambian: si bien hace unos años los alumnos iban a la escuela con el dinero justo y necesario, además de los útiles –que podían variar en calidad y cantidad según el niño-, en la actualidad prácticamente todos asisten con teléfono celular, y en muchos casos añaden reproductores de MP3 y hasta cámaras de fotos de última generación, elementos que se convierten en objetos de deseo por parte de sus compañeros.
En esa línea opinó la vicedirectora de una institución pilarense: “Los chicos están atosigados por el consumo y ven cosas que no pueden comprar, por eso las roban”. La mujer agregó que para que se consumen los hurtos “hay muchas razones, pero a veces se ven condicionados por un entorno de consumismo, por eso algunos alumnos hacen alarde de lo que llevan a la escuela, lo que hace que otros se tienten. La intensidad o gravedad del robo aumenta a medida que van creciendo”.
A su vez, no desatendió el rol de los padres en esta problemática, al indicar que el hecho de llegar a robar algo de un compañero “depende de lo que le enseñan en la casa: si aparece en su hogar con algo que no es de él, se supone que los padres deberían decirle algo, ¿no?”.