El cercano adiós a las aulas de José “Mimo” Domenech

Docente ejemplar y uno de los educadores más lúcidos y respetados de Pilar. Está de licencia mientras espera la jubilación. Crítico de la sociedad actual, afirma: "Me voy desilusionado".

15 de agosto de 2010 - 00:00

 

Mimo, docente, militante político y un pasado como periodista.

 

 

por Alejandro Lafourcade [email protected]

Casi cinco décadas de labor en la misma profesión dejan una huella imborrable en cualquier persona; pero en el caso de la docencia, esa marca se multiplica por cientos, miles de alumnos que han pasado por las manos de ese educador. José Domenech, “Mimo” para todo el mundo, está próximo a decir adiós, luego de 44 años de trabajo apasionado en busca de una sociedad mejor.

Mientras permanece de licencia, dialogó con El Diario expresando sus impresiones sobre la sociedad y la educación actuales, explicando por qué las circunstancias le dejan un sabor amargo a la hora de dejar las aulas.

 

-¿Es el fin de una carrera?

- No hay dudas. Tal vez vuelva cuando se acabe la licencia, tendré que volver porque de lo contrario se va a dilatar más la jubilación, y tendré que cumplir la formalidad dentro de lo que pueda, pero para mí el ciclo escolar está terminando.

 

“Mimo” ingresó al Instituto Verbo Divino en 1966. También pasó por la Media 8 “Tratado del Pilar” y enseña en el Instituto Parroquial. “En 44 años he visto un conjunto de proyectos, planes, gobiernos civiles y militares, situaciones de país, congresos pedagógicos, cambios programáticos, pero es como el cuento de la buena pipa: termino peor que cuando empecé, porque en los comienzos había una escuela ordenada y disciplinada, era un lugar importante y respetado. Hoy en día, la escuela no es un lugar respetado ni por los padres ni los alumnos, y muchas veces por los mismos docentes”.

Según el profesor de materias como Historia, Derecho y la recordada Instrucción Cívica, “los padres tienen una injerencia en la escuela que no se corresponde con lo que sucede en ningún lugar del mundo, son más protagonistas que los alumnos. Creo que es producto de una falsa interpretación de la democracia: el argentino, al saltar a la apertura democrática, habló de libertad, pero no responsable sin límites, en la que vale todo. Existe la norma, pero no se cumple”.

Por eso, indica que “en la escuela pasa lo mismo. En ese contexto, los padres piensan ‘qué me importan la directora y el docente’, entonces invaden, y los alumnos saben que tienen impunidad, porque la escuela no puede sancionar”.

Ante este diagnóstico, no es extraño que de su boca salga una confesión: “Creo que termino este ciclo educativo desilusionado, desesperanzado, con temor de que en un aula algún chico o padre actúe violentamente. La escuela, que es la formadora, que sienta las bases de determinado orden, está en estado de desorden”.

 

Observador

-¿Cómo ve al Pilar de hoy?

- Como un campo de experimentación, en el que se manifiesta lo mejor y lo peor de una sociedad. Qué va a resultar de esto, es para mí un signo de interrogación. Pilar es un laboratorio, con crecimiento desmedido de la población, con crecimiento mucho más lento de los servicios, con ghettos de riqueza junto a ghettos de pobreza... Si fuera gobernante, debo confesar que no sabría por dónde empezar. ¿Qué será de Pilar? Hay jóvenes que me dicen “no veo la hora de irme a vivir a otro lado”, y eso me produce una tristeza infinita.

 

-¿Y a la educación local?

- Me pregunto si la llegada de tantos colegios privados, algunos de “alta gama”, no habrá generado mayores diferencias sociales. Una sociedad que necesita incluir a tantos sectores postergados, quizás ha profundizado la exclusión con la convivencia de escuelas de excelencia con otras estatales, en las que les dan comida a los chicos como principal actividad, con recreos larguísimos y cambios de docentes permanentes. Me encuentro con que en lugar de ayudar a disminuir la brecha, la educación escolar está profundizando esa diferencia.

 

-¿Cuál es el rol actual del docente?

- Tiene un rol distinto, el de enseñarles a los chicos a seleccionar y jerarquizar el cúmulo de información con el que cuentan ahora, para que sepan discernir entre todo eso que reciben, qué sirve y qué no, qué es lo bueno. Creo que algunos docentes no se dan cuenta, piensan que todavía la educación es sólo instrucción, pero es importante abrirles la cabeza para discernir todo lo que reciben. Como dijo Guillermo Jaim Etcheverry, hay una sobreinformación que termina provocando desinformación. No es fácil, porque para los chicos la sabiduría está en Wikipedia.

 

-¿Qué se lleva de positivo del aula?

- He tenido excelentes compañeros de trabajo, excelentes curas en la congregación del Verbo (Instituto Verbo Divino) que me han enriquecido, cantidad de ex alumnos que me gratifican con el afecto que me demuestran... Todo eso es gratificante y positivo. Lo más positivo de todo es que disfruté dando clases, tuve la suerte de hacer algo que me gustó y que he disfrutado, con los inconvenientes que señalé, pero hice algo que quería y durante muchos años.

Y agrega: “Hay muchos ex alumnos a los que ya ni reconozco, que se acercan y me precisan algún hecho del que uno fue protagonista, y que les significó algo valioso en su vida. Si uno pudo sembrar una buena semilla en algunos chicos, eso no tiene precio”.

 

-¿Cómo es el final?

- Me voy de la educación en un ámbito de mayor individualismo que cuando comencé, hace 44 años. Entonces, ¿habrá servido para algo lo que uno sembró? No es un buen final, no es como uno lo hubiese querido. La perfección no existe, pero me hubiese gustado que la tendencia sea la de una sociedad más ordenada, con una educación mejor. Hay frustración por no ver a la juventud con compromisos sociales.

 

 

Trayectoria

 

José “Mimo” Domenech tiene 68 años y está casado. Tiene dos hijos y cuatro nietos. Docente en el Instituto Verbo Divino, la Escuela Media 8 “Tratado del Pilar” y el Instituto Parroquial. Además, en sus comienzos fue preceptor del Colegio Almafuerte. Militante de la UCR Intransigente y el MID hasta 1983, dirigió junto a Santiago Sanguinetti el periódico “Futuro”, entre 1966 y 1974.

 

 

Aquellos jóvenes desarrollistas

 

Además de su labor docente, José Domenech recordó la intensa actividad política que tuvo durante su juventud: “Comencé a militar en 1957, cuando estaba en 3º año del secundario, en el ateneo ‘Moisés Lebensohn’ –un ideólogo radical de Junín-. Elaborábamos proyectos para acompañar la candidatura de Arturo Frondizi. Luego, en los ’60, fundamos un Centro Universitario –donde intercambiábamos libros y a los estudiantes secundarios les inculcábamos la vida universitaria- con Ernesto Pozuelo, el arquitecto Pagani y otros”.

Además, el 7 de junio del ’62 Domenech fue uno de los fundadores del Club Nacional, junto a vecinos como Jorge Bottarelli, Omar Fusero y “Titi” Villar. El lugar funcionaba en el predio detrás de la iglesia y fomentaba la práctica del deporte. “Éramos jóvenes con impulso”, afirma. Su última incursión fue en la campaña de 1983, en la que su hermana Nélida fue elegida concejal.

 

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