Graciela Labale
Graciela Labale
Con lenguaje truquero como del que vienen haciendo gala mis compañeros de columna, esta vez, primereo yo y afirmo: la semana pasada “me fui al mazo”.
Con mucha pena y sin ninguna gloria, debí guardarme durante varios días por un golpe de calor. Por eso tuve que borrarme drástica y sistemáticamente de cada actividad por el Día Internacional de la Mujer, a la que había sido cariñosamente invitada, o a la eterna juntada en IntegrArte que organizamos cada año o a la marcha callejera a la que trato de no fallar, a la presentación de un libro y hasta el faltazo a un cumple familiar de alguien a quien quiero mucho. Cosas que pasan en este verano interminable que no da respiro. Pero como decía mi nonno Domingo, “basta la salud” o consuelo de tontos…
En el encuentro de Inte tenía planeado compartir la lectura de un texto de la Susy Shock que había seleccionado cuidadosamente para ese día, para dedicárselo a tanta mujer valiosa, de pies embarrados, que cruzo por los barrios cada vez. Por eso permítanme compartirlo aquí por ellas y porque si nunca leyeron a esta escritora y les gusta, vayan rapidito a buscar más.
Hembras, Brujas y Monstruas, se llama el poema en cuestión.
“Las brujas de mi país mantienen la luz prendida en vela, en chispa, en clara claridad de reír, de llorar,
de arriar el ganado a otra cima, de reaprender a amar, de perder, de que les nazcan soles, de no olvidar.
A veces tienen los ojos de Ivana, de Alicia, de Norma, de las tías que tiran las persianas de Grissinópoli arriba o de Nora, la polleruda bronca y la memoria blanca.
Tienen la aurora en los pezones y el hambre de barricada ¡Guarda con estas monstruas que vienen en celo tejiendo la nueva mañana!
A veces tienen el canto de la Teresa y sus chicharras o traen en los piquetes los nombres de Maxi y el Darío. Tienen los pies en el barro como la Lorena que siempre le gana a los eclipses.
A veces tienen la savia de las abuelas y de meretrices de polenta que hierven todas para los estómagos de los gurises.
Tienen de Amaicha el cielo de hornear los panes y raíces donde el ovario guía la nueva canción.
A veces tienen las manos de Rosa Lazarte que muelen trigo o se pintan flores en el rostro o corren a escobazos a los perros devoradores de la siembra.
A veces son la monja Ivonne que siempre cocina para los campesinos en una gran olla haciendo praxis de la biblia haciéndolo mujer a Dios.
O pelean leyes despeinadas de tanto mal hombre o recogen niños y los hacen hijos. Trabajan duro, sueñan pasiones construyen teatros, pelean sueldos, amarran viento, cantan felices Lohanas nuevas, en nuevos grises.
Tienen la aurora en los pezones y el hambre de barricada
¡Guarda con estas monstruas que vienen en celo tejiendo la nueva mañana!”