Por Chino Méndez
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“Qué programa la computadora que alarma al banquero que alerta al embajador que cena con el general que emplaza al presidente que intima al ministro que amenaza al director general que humilla al gerente que grita al jefe que prepotea al empleado que desprecia al obrero que maltrata a la mujer que golpea al hijo que patea al perro” escribía Galeano en “Días y noches de amor y de guerra”, una suerte de cronología de la violencia… Por aquí unos pendejos fueron juzgados por matar a golpes a un pibe y a los dos días otros pendejos, que practican el mismo deporte, agarran a patadas a otro pibe en Corrientes ¿Cuánto hacia atrás hay que trasladarse para comprender este desenlace? Creo que hay también otras responsabilidades que colaboraron para que esto culmine así.
¿Cuánto para atrás hay que viajar para entender los costos de producción fijados en dólares? A esto me lo pregunto porque resulta que vas al almacén del barrio y terminás casi inevitablemente hablando del precio del dólar ¿Desde cuándo nos han impuesto este debate? Pero ¿a dónde están los dólares? No hay que ir tan hacia atrás para caer en la cuenta de que “pasaron cosas”.
Guerras, contaminación, incendios, economías destruidas… Han hecho del mundo un lugar jodido en donde la belleza resiste en las trincheras. Cada quien elige cuál. Habrá quien se dedique a encanutar y está muy bien. Desde aquí las cosas se sienten y piensan de un modo contrario a lo establecido, no se abrazan las balas ni se elimina al prójimo ni se patean perros. Aquí no nos apura la inmediatez, sino que emocionan los recorridos, por ejemplo el nieto de un cosechero que decide estudiar filosofía, la hija del albañil guitarrero que toca el violín y los amigxs que caminan de la mano cada uno con sus hijxs y todos juntos a la vez por la línea berlinesa en donde se ha dividido al mundo entero. Aquí los jóvenes van y vienen entre Spasiuk, Piazzola, Cerati, Solari, Charly García, La Delio Valdez y Wos, sin prejuicios. La dignidad se comparte con lo que “haiga”. No estamos ni cerca de creer que vamos a ser nosotros quienes vamos a cambiar a este mundillo, pero guardamos libros abiertos que otros han escritos porque sabemos que lo que pasa es fruto de lo que pasó. En el pasado siempre habita el futuro.