Soy mano

Un alero en el dintel

Por Redacción Pilar a Diario 9 de octubre de 2022 - 00:31

Por Víctor Koprivsek

Con hablar pausado, Yusepino, observa largo el sendero de la vereda que lo vio crecer.

Derqui sabe de él y él sabe de Derqui.

Hace tres meses se descalabró un poco todo, cuando un ACV lo sorprendió en viaje.

Ahí nos enteramos que al veterinario de la esquina también; y al flaco de la otra cuadra. Gente del barrio que pasó por la misma tormenta.

Como dijo el Chino, “no es fácil ver tambalear a los gigantes”.

-Dejalas correr- avisa ahora Yusepe cuando no encuentra las palabras. Es que se le extraviaron algunas en mitad del camino. Palabras sueltas difíciles de atrapar.

Palabras escurridizas como peces que no se encuentran tan fáciles ahora, mientras la primavera enciende de brotes los jardines de las casas bajas del barrio.

El médico le recomendó paz, ¿o se la encomendó?

Por eso, desde temprano, anda esquivando noticieros. Aunque hacerse de nuevas costumbres a esta altura del partido tampoco es “moco e’ pavo”.

La esperanza se juega su mejor carta en cada amanecer, cuando despiertan los pájaros la fiesta del nuevo día como si no existiera un ayer envejeciendo el mañana.

Todo es presente cada vez que el mismo sol de siempre se expande por los techos de nuestra ciudad crecida.

Mi padre cruza la esquina sin andador ni bastones, camina las calles despacio y observa con asombro de niño la gente que pasa rumbo al tren.

Por la siesta, cuando Derqui se pone en cámara lenta, se va arrimando despacio a las mesas de la librería para degustar un rico cortadito al amparo del bodegón.

Hoy me toca de cerca entender la importancia del tiempo compartido.

Saber que está, que sigue acá, al alcance de un abrazo; eso sí que es una certeza que no admite contraindicaciones.

Por eso en este 8 de octubre del 2022, cumpleaños mi viejito querido, se me hace más especial este camino a la casa paterna, o materna. Para que no se enoje nadie, vio.

Voy sin prisa, despacio y sin apuro, dejando correr a otros.

Hay días que el mundo entero cabe todo junto en la mirada de nuestros padres.

Días nuevos e irrepetibles, días llenos de presente y nada más, días sin desperdicio más bien un plus, una milla extra, un tercer tiempo.

Días de gratitud, días de estar parados con la frente en alto y la humildad sencilla. “De pie en la vereda de los agradecidos”, dice el negro Rober.

De pie para celebrar la vida sin contraindicaciones. Más bien pura risa compartida.

Puro plus.

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