En tiempos de grietas cada vez más agrietadas, en tiempos de discusiones estériles desde la pantalla y el teclado, en tiempos donde unos se quieren imponer a otros desde el absurdo y la mentira, en tiempos de verdades absolutas, como lo son esas fotos trucadas o cartelitos sin sentido, que con las horas se descubren como mentiras absolutas, los invito a tomarnos un descanso, sobre todo en estos días cercanos al tan sensible Día del Amigo, a no meternos livianamente en la vida de los que piensan distinto.
Los invito a leer más libros y consumir menos noticieros, a escuchar otras voces, a ver algún que otro documental, a razonar por sí mismos y a algo mucho más difícil como lo es intentar ponerse en la piel del otro. Saben que hoy mismo, ahora mismo, mientras se leen estas palabras maltrechas, que seguramente van a generar más desacuerdos que acuerdos, hay una familia, acá nomás, a cuadras que está cocinando con leña porque no llega a comprar la garrafa, que hay una mujer de bolsillos vacíos que intenta preparar la comida con la nada misma o esperar que en la verdulería saquen la basura, que un niño en edad de jugar está pidiendo en el semáforo de ruta 8 y Tratado del Pilar cuando debería estar tomando una sopa calentita porque ya es de noche. Que una viejita (más viejita que yo) espera cada semana en un barrio cualquiera de por acá que se le acerque el medicamento que necesita y que ya no puede comprar aunque tenga PAMI, que hay muchos bebés con bronquiolitis porque ya no se puede prender la estufa por el temor a no poder pagar la boleta de luz, única forma de secar, aunque sea un poco, las maderas de la casa eternamente húmeda que supieron construir.
Que una muchacha víctima de violencia y sus pequeños hijitos deben huir de su casa para no morir y no tienen dónde ir cuando salen de la Casa de Abrigo. Que crece el número de gente que vive en la calle y se necesitan frazadas. Que en los espacios colectivos donde se da una merienda cada vez alcanza menos lo que se ofrece porque cada vez es más difícil llenar esas pancitas que además se multiplican en número. Que un joven padre se pierde entre humo y alcohol porque lo echaron de su trabajo y no sabe con qué va a mantener a su tropa aunque se dé maña para changas que tampoco consigue porque no hay. Que las aldeas guaraníes de Misiones que se visitan varias veces al año desde Palabras del Alma sólo piden libros y escuelas.
Por eso en esta semana del Amigo, sincera y humildemente, los invito a abandonar la comodidad del enojo por las redes sociales y salir a ver la realidad con ojos amigables. Nos vemos en la calle.
“…y ahora tengo que dibujar casitas
o mostrar las figuras de los libros
ahora tengo que llevarme un poco al país del beso
a ver si se me va de una buena vez toda la amargura.” Roberto Santoro.