Consagrado

El oído maestro

Gerardo Gardelín es uno de los directores, compositores y arregladores más prestigiosos del país. Radicado en Pilar, habló de su carrera y el don innato que lo distingue.

Por Redacción Pilar a Diario 25 de septiembre de 2016 - 00:00

La profesora quedó absorta: su alumno de piano, de apenas 6 años, podía distinguir y mencionar perfectamente cada nota musical. Así, en el living de una casa familiar de Avellaneda, descubrió que el pequeño Gerardo tenía lo que se conoce como oído absoluto.
El tiempo ha pasado y hoy Gerardo Gardelín es uno de los directores, compositores y arregladores más prestigiosos del país, aclamado, incluso, fronteras afuera. Radicado en Pilar desde hace 17 años, dialogó con El Diario sobre su carrera y esa capacidad a la que llama "un don maravilloso”.
Nacido en 1965, Gardelín se recibió de Profesor de Teoría y Solfeo a los 12 años. Desde la formación musical, casi una infancia calcada a la de uno de sus referentes, Charly García.
Como pianista trabajó con, entre otros, Valeria Lynch, Mariano Mores, Estela Raval, Nacha Guevara y Eladia Blázquez; dirigiendo, además, una gran cantidad de musicales como "El Fantasma de la Ópera”, "Chicago” (hasta su versión brasileña), "La Novicia Rebelde”, "Mamma Mia” y demás creaciones de Broadway, experiencias que le enseñaron el valor de la disciplina diaria. Fue ganador de premios como Hugo, Florencio Sánchez y Trinidad Guevara.
Uno de sus trabajos más recientes –y elogiados- fue la banda de sonido de la película "Inseparables”, con Oscar Martínez y Rodrigo de la Serna: la propuesta surgió del director Marcos Carnevale, a quien conoció en el Paseo La Plaza. "Me pidió hacer la música de su próxima película, que terminó siendo la remake de ‘The Untouchables’. Cuando le mostré algo que había compuesto con anterioridad, me hizo tocarlo cinco veces mientras lloraba… Lo emocionó mucho y me dijo que esa sería la música”.
Además, "Inseparables” incluye hasta una versión del "Bombón asesino”, de Los Palmeras, una improvisación de Gardelín y sus músicos que terminó siendo parte del film.

Variedad
"Si la música está bien hecha, es decir, si hay algo creativo y cuidado, no tengo límites para escuchar –asegura el maestro-. Me puede conmover Stravinsky o el grupo Sombras tocando una cumbia. El guitarrista de Sombras es genial”. Sin embargo, sus gustos están marcados por la clásica, el jazz y el rock nacional, con Serú Girán como mayor exponente.
En los últimos años, Gardelín se ha habituado a actuar en el Teatro Colón, del que afirma que "en un primer momento te tiemblan las piernas, literalmente, por todo lo que significa estar ahí parado. Más allá del público, cuando tomás la batuta hay 90 músicos y un cantante que te tienen que seguir”. Y afirma: "Te recibís de director cuando acompañás al Negro Raúl Lavié, porque frasea como quiere y te pide que lo sigas… Es una experiencia enriquecedora”.

El don
Aquel piano que funcionó como bisagra había sido traído desde Río Gallegos (hogar de los abuelos maternos) porque allí estaba arrumbado. Su llegada cambió la vida de Gerardo.
"Mi mamá me enseñó algunas notas y luego me consiguió una profesora. Recuerdo que me escuchó tocar La Polonesa, de Chopin. Le conté que ‘escuchaba’ las notas y me puso a prueba: ella tocaba sin que yo viera y le decía qué notas eran. Así le contó a mi mamá que yo tenía oído absoluto”.
¿Cómo será vivir rodeado de notas musicales, identificándolas de modo natural? ¿Será abrumador o una bendición? El músico no duda: "Es un don que uno tiene que agradecer toda la vida. Es un don maravilloso, pero es cierto que cuando escucho, escucho notas. Incluso, si es un cantante. Aunque así visualizo todo lo que voy a escribir, es un canal abierto”.
Con tanto camino recorrido y por recorrer, Gerardo Gardelín tiene una meta por delante: poder brindar algo de su arte en Pilar, donde también ya ha trabajado su esposa, la bailarina Alejandra Simoes. "Es una aspiración que tengo, ojalá pueda lograrlo porque quiero devolverle a Pilar algo de todo lo que me da”. 


"A mi profesora le conté que ‘escuchaba’ las notas y me puso a prueba: ella tocaba sin que yo viera y le decía qué notas eran. Así supo que tenía oído absoluto”.


"Te recibís de director cuando acompañás al Negro Raúl Lavié, porque frasea como quiere y te pide que lo sigas… Es una experiencia enriquecedora”.
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