Es la posibilidad que todos tenemos de honrar a nuestros mayores. Sin esperar que desde algún cielo lo hagan otros.
Y cuando digo nuestros mayores me refiero a los que están y los que han partido.
Nuestros antepasados, la gente por la cual llegamos a esta tierra. No digo que todos sean merecedores de un monumento, pero si escarbás bien en tu corazón, capaz, alguien lo vale.
En mi caso, esa persona se llama Teresa Di Marino, llegó de Italia en 1948 y su destino quiso que sea Presidente Derqui el lugar donde pudo y supo formar una familia.
Mi padre, su primer hijo, italiano de apenas unos meses, vino con ella. Y Franco Koprivsek, mi abuelo.
Lo cierto es que desde un almacén de barrio, llamado La Maringa, criaron tres hijos y cuando su compañero se volvió a Italia, ella la remó solita y supo agrandar su casa y cobijar a todos.
La vida está hecha de pequeñas cosas, detalles que quedan brillando, así, como estrellas titilantes en la noche inmensa.
De esos detalles estaba hecha mi abuela.
De los misterios que guarda la cocina los domingos y en familia, de los preparativos para las navidades y los cumpleaños, de los frascos de vidrio arropando manjares y el ir y venir por los pasillos de la casa en invierno, sabiéndola cerca.
No alcanza esta columna para enumerar las cosas que hizo por nosotros.
Tal vez porque tuvo que alejarse para siempre de hermanos y primos, escapando de la guerra y buscando un nuevo horizonte para la familia que recién formaba; quizás por eso que habrá sentido al llegar a un suelo ajeno sin saber ni siquiera el idioma ni adónde iba; lo cierto es que se aferró a nosotros y no quería irse.
Y cuando digo nosotros, me refiero a tres hijos, dos nueras, un yerno, ocho nietos y veinte bisnietos.
Por eso "La esquina de las letras”, es para vos, nonna querida, es la manera que encontramos de mirar la casa que levantaste y verte reflejada en la belleza de un lugar querido y cuidado, renovado en la esperanza de saberte con Dios, mujer devota, como buena italiana, de misa de las seis los domingos y rezo cada noche.
San Martín e Iparraguirre, Derqui, pegadito adonde vivía otro gigante, el tordo Fulco, a media cuadra de donde viven Irma Mengoni y Tito, a veinte metros de la Chola, el viejo Luis, los Castillo, los Rodríguez, Coco Fernández y los Coria.
Hoy sábado, de 10 a 11.30 de la mañana, compartiremos unos mates y nos amucharemos en familia y con el barrio, para recordarte Teresa Di Marino, a un año de tu partida.