APUNTES DESDE LA OTRA VEREDA: Philip Seymour Hoffman

9 de febrero de 2014 - 00:00

 




por Hernán Deluca

Uno, dos, cuatro mensajes. Al otro día, el comentario: “En cuanto me enteré, pensé en vos… Pobre Hernán, lo nombraba siempre”.
No lo quería creer. Apenas recibo el primer aviso, me meto en internet a cotejar la veracidad de una de esas noticias que un domingo de lluvia jode más.
No encuentro nada, todo es muy reciente. Pero, imdb.com no falla. Lo veo. Died: February 2, 2014 (age 46) in Greenwich Village, New York, USA. Silencio y puteadas.
Murió Philip Seymour Hoffman, un actor que pongo en primer lugar cuando alguien me pregunta quiénes son los mejores del cine actual.
Todos los que vemos y sentimos al cine como el espacio supremo de entretenimiento y emoción, conocemos muy bien su trabajo. Sabemos que interpretó pesonajes inolvidables, que participó en películas claves de los últimos veinte años, haciéndolas más enormes gracias a su presencia.
Desde el más avezado especialista en el séptimo arte hasta esa señora que solo ve películas para pasar el rato. Todos se cruzaron con su rostro. El del actor secundario de la industria o el principal del cine independiente.
Con la necesidad de recordarlo, de retenerlo, voy a mencionar algunos de sus trabajos. Películas que me han obligado a ubicarlo ahí, bien arriba, entre los destacados. Lo sé, será un recorrido escueto e injusto.
De repente, llega la gloria y pasa a ser la única figura del afiche. Un brazo sosteniendo al otro. La cabeza levemente inclinada. Rareza, soberbia, afectación, vicio, locura y talento. Todo eso tenía Truman Capote, pero mucho más la interpretación de Hoffman en un oscarisable personaje, (“Capote”, 2005).
Dos almas a la deriva. “La familia Savages” (Tamara Jenkins, 2007) es una dolorosa comedia sobre dos hermanos, Wendy y Jon. Ellos viven separados, alejados uno del otro, sin querer saber qué es de sus vidas hasta que se ven obligados a convivir para cuidar a su padre enfermo. Recuerdos y resentimientos salen a la luz cuando se comparten las horas. Aquí, Hoffman conmueve en cada escena, exhibiendo dos caras. Amargo y duro en la superficie, fragil y atormentado en la intimidad. La escena en la que su hermana lo descubre hablando por teléfono con su ex mujer es tan admirable como triste. Lloramos ante su desesperación.
Otra de hermanos. Andy y Hank andan muy mal de guita… y de moral. Antes de tocar fondo planean robar una joyería, la de sus propios padres. Tratándose de una historia de seres aturdidos, habitantes de un mundo cretino, todo saldrá mal. En “Antes que el diablo sepa que estás muerto” (Sydney Lumet, 2007), Hoffman ofrece una de esas actuaciones que te obligan a comentarla mientras sucede. ¡¿Vos viste lo qué hizo?! Lo que aquí genera con su cuerpo, con su voz es de otro mundo. Es una bestia que aguanta, explota, se desespera, simula y maneja la síntesis como nadie.
La unión de dos lenguajes. Fue tanto su amor por el personaje que adaptó la obra de teatro y se encargó de la dirección. “Jack goes boating” (2010) nos muestra a Jack, un retraído conductor de limusinas que, de la noche a la mañana, comienza a desarrollar una serie de inverosímiles actividades como la natación y las clases de cocina. Hasta se anima a conocer una mujer, tan perdedora como él. Honesta, la película muestra sus fallas. Sin embargo, en su composición, en el conocimiento que tiene del personaje está la magnificencia. Matices que solo él puede aportar a un hombre tan dulce como impredecible.
Podría seguir, debería hacerlo. Sucede que sus trabajos sobresalientes son muchos, tal vez, todos. En un pequeño acto de justicia, arrojo aquellos roles secundarios que se han comido a los protagonistas: el Lester Bangs de “Casi famosos” (2000), el absurdamente violento Dean de “Embriagado de amor” (2002), el actor de cuarta de “Mi novia Polly” (2004), el innovador padre Brendan de “La duda” (2008), el entrenador “vieja escuela” de “Moneyball” (2011).
Actuaciones que daban cuenta de un actor con una descomunal capacidad interpretativa, tan elevada que al meterse en sus personajes no los interpretaba, Philip Seymour Hoffman era ellos.
 
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