APUNTES DESDE LA OTRA VEREDA: La cabaña del morbo

30 de junio de 2013 - 00:00

 

por Hernán Deluca

 

La violaron, la descuartizaron y la tiraron en un container. Fue el padrastro, miralo. Esos ojos no están bien. Degenerado, hasta le faltan los dientes de arriba. Dice que es pescador profesional. Los asesinos son pescadores profesionales. Él la mató, estoy seguro. ¿Y, la madre? Estoy en paz, dijo la muy turra. Algo que ver tiene, me la juego. Se cubren. Pobrecitos los hijos que quedan, ¿no? Cuánta tristeza.

Parece que fue el portero. ¿Qué? ¿Quién? No puede ser. ¿Lo viste? Una cara de bueno tiene. Es trabajador, una gran persona. Lo dijo uno que fue su jefe. Además, su mujer lo jura y lo recontra jura. Es un gordo bueno. En la uña encontraron su ADN. ¿Si? Estos tienen dos caras. Son una dulzura a la mañana, pero a la noche se convierten en monstruos. Hay fotos del cadáver. Qué vergüenza… A verlas.

De repente, un asesinato acapara la atención de todos. La necesidad de morbo nos encadena al televisor. Escarbamos, lentamente, en un drama que es de otros… Menos mal.

Sangre en HD. Los editores de los noticieros siguen las instrucciones al pie de la letra. Estirá la secuencia, repetí las imágenes, ponele música, tensión, drama. Que odien, que amen. Que vuelvan a odiar. Que los espectadores determinen el tiempo de la justicia. ¿El caso mide? Entonces, contratemos a un abogado mediático.

Vimos muchas películas, no hay dudas. Opinamos a partir de las ficciones consumidas. Sabemos porque lo intuimos o lo imaginamos.  Necesitamos inventarnos nuestro propio crimen para ¿entretenernos? con un reality bien real. Total, esa muerte es ajena.

Los titiriteros, manipuladores de la información, lo saben y juegan con eso. Mientras tanto, decimos que no nos interesa cuando, en realidad, no podemos movernos del sillón.

Este comportamiento, -el de quienes miran y el de quienes manipulan- es el que tomaron los creadores de “La cabaña del terror” (2012) para reflexionar sobre el manejo de esa perversión que tenemos a la hora de mirar. El morbo.

Con un guión muy original, el film dirigido por Drew Goodard avanza sobre dos narraciones. En la primera; un grupo de jóvenes, estereotipados todos, van a una cabaña a pasar el fin de semana largo. Sin saber que afuera, en el bosque, hambrientos muertos vivos los esperan. En la segunda historia; tenemos una especie de centro de monitoreo donde empleados de una secreta corporación, tipo la NASA, disfrutan de la paulatina muerte de esos jóvenes. De corbata y tomando café, se lamentan o se alegran por las distintas formas de morir. Es esta segunda trama la que contiene a la primera. Y no contaré más, porque las sorpresas siguen.

Inteligente historia con doble relato, terror citando al terror, homenajeando al género, una gran película que indaga sobre esa naturalización de la muerte a la que, lamentablemente, nos hemos acostumbrado y que ya es parte del entretenimiento nuestro de cada día. 

Viendo las fotos de víctimas como Ángeles o Candela, queda claro que es esta una sociedad cuyos “dioses” exigen y celebran el sacrificio de los más jóvenes. Como ocurre en la película. En una ficción. En un arte como el cine, el ámbito que sigo eligiendo para ver este tipo de historias.

 

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