Soy mano: Mientras revolvemos la olla

por Graciela Labale

26 de enero de 2013 - 00:00

Revolvemos la olla, ahora en verano, con berenjenas en escabeche, verduritas al vapor y los bols con ensaladas fresquísimas. Probamos ricas comidas para compartir mientras apuramos una botellita de vino para el consabido brindis. Y soñamos…

Soñamos sueños de igualdad pero también soñamos con viajar y entre sueño y sueño nos divertimos, nos divertimos mucho, según tía Mary hacemos la terapia de la risa. Y así debe ser nomás porque cuando nos despedimos, todas, absolutamente todas, nos vamos mejor de lo que llegamos.

Por ahí entre risa y risa, entre proyecto y proyecto se escapa alguna que otra lagrimita por amor o desamor, por los mandatos familiares, por los hijos que despegan siguiendo su propio destino, por el famoso nido vacío, por los nietos que tanto se quieren, por la vejez de los padres o su pérdida. Nada escapa a esta “mesa” de amigas.

Hacemos un culto a la amistad, a la osadía, a la risa, a la memoria, a la música, infaltable en las reuniones, y a lo que Stella llama militancia social, esto es trabajar codo a codo junto a quien más lo necesite y así intentar transformar la dura realidad que aún persiste en aquellos sectores casi siempre invisibilizados de la comunidad. Una dura realidad que estremece nuestros cerebros y agita nuestros corazones.

Seguramente no debemos ser las únicas, quizá muchas de las lectoras de esta columna vivan situaciones similares, no presumimos con ser novedosas. Pero les aseguro que es tan saludable que a las que no lo han intentado y por ahí se sienten solas, las invito a hacerlo, juntarse, mirarse, compartir, organizar pequeños proyectos, reírse. Les aseguro que el bienestar no tarda en llegar.

Para todas vaya un susurro en tiempo de poesía:

 

“En esta contradicción inevitable

entre lo que debió haber sido y lo que es,

he librado numerosas batallas mortales,

batallas a mordiscos de ellas contra mí

-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-

transgrediendo maternos mandamientos,

desgarro adolorida y a trompicones

a las mujeres internas

que, desde la infancia, me retuercen los ojos

porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,

porque me atrevo a ser esta loca falible, tierna y vulnerable,

que se enamora como alma en pena de causas justas,

hombres hermosos y palabras juguetonas”. (Gioconda Belli)

 

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