La “cocina” a la hora de escribir

Claudia Piñeiro, Julia García Mansilla, Rubén Cabrera y Víctor Koprivsek cuentan a El Diario cómo es su rutina al trabajar con la palabra. Diferentes hábitos, la misma pasión.

10 de junio de 2012 - 00:00

 

por Fernando Vartorelli

 

En silencio o escuchando música clásica. En la mesa de algún bar o viajando en colectivo. Utilizando papel y lapicera o la computadora. A plena luz del día o en las penumbras de la noche. Las costumbres en el momento de escribir pueden variar, pero todos los autores –al margen que puedan vivir de este arte o no– se alimentan diariamente de la misma pasión.

Anticipando el Día del Escritor (se celebra el próximo miércoles), El Diario dialogó con Claudia Piñeiro, Julia García Mansilla, Rubén Cabrera y Víctor Koprivsek con la idea que compartan detalles sobre la rutina que llevan adelante a la hora de trabajar con la palabra.

Si bien la atención de sus hijos le genera cierta desorganización en los horarios, Claudia Piñeiro –que en 2011 publicó la novela “Betibú”– se las ingenia para escribir durante el día, “ya que por la noche, después de cierta hora, me quedo dormida y no puedo seguir”.

Familiarizada desde siempre con la computadora (no olvidar que proviene de las ciencias económicas), trabaja con una portátil y acostumbra utilizar diferentes ambientes de su casa en Del Viso, donde vive desde hace unos años. “Suelo escribir en la cocina, que tiene una ventana amplia y hay mucha luz. También puedo hacerlo en mi cuarto, mientras que al escritorio más que nada lo utilizo para poner mis papeles y libros que necesito”, expresó.

En los bares también halla el escenario apropiado para encontrarse con la escritura, si bien admitió que la música de fondo puede resultarle más molesta que un televisor encendido.

“Cuando escribo no tengo en mente un lector determinado, sin embargo, sí pienso que del otro lado hay alguien. La literatura significa un acto de comunicación, pero si del otro lado no hay nadie que lea, éste queda inconcluso”, dijo la autora de “Las viudas de los jueves”.

Este punto de vista también lo comparte el delvisense Rubén Cabrera, quien sin muchas vueltas disparó: “Escribo para que me lean”. A su vez, añadió: “No creo en el escritor que escribe para guardarlo en un cajón, me parece que eso no sirve. En mi caso, el lector puede variar, a veces apunto al humor, otras a los chicos y en ocasiones es una cosa más seria”.

Como durante el día se gana la vida fabricando arcos de polo, Cabrera aprovecha la noche (después de cenar) para escribir en la computadora situada en el living de su casa. “No me molestan ni el entorno ni el ruido. Lo que no pongo es música, ya que me distrae, no me permite pensar claramente”, manifestó el autor de la novela “El diamante negro” (2011).

Lejos de aferrarse a una rutina, Cabrera declaró que ni bien le surge una idea, la anota en un papel para no olvidarse y luego, cuando se sienta frente a la computadora, la desarrolla.

“No me gusta comenzar a escribir sin tener el final en la cabeza”, subrayó el integrante y coordinador del Taller Literario A.L.M.A. (con el que se encuentra trabajando en un libro por el 80º aniversario del Club Unión de Del Viso), al mismo tiempo que agregó que “el proceso de escritura pasa por observar todo lo que te rodea, lo que sucede en la calle”.

 

Vivir de la palabra

Citando a Mario Vargas Llosa, la autora Julia García Mansilla remarcó que “la escritura es un vicio absurdo, porque uno tiene que expresar lo que piensa, como si a los demás les importara, cuando en realidad lo que se hace es descargar”. La coordinadora del Taller Municipal de Literatura “Silvina Ocampo” (que funciona desde 2001) explicó que para escribir se requiere cierta disciplina y rigor, ya que de lo contrario, “no se trabaja bien”.

 

Generalmente, García Mansilla trabaja con la palabra desde la mañana hasta pasado el mediodía, en tanto que por la tarde se dedica exclusivamente a la investigación. “Mientras la novela se está ‘cocinando’, uno tiene que estar perceptivo, como si fuera una esponja, con el propósito de adquirir más elementos para incorporar y enriquecer la historia”, dijo.   

 

 

La pilarense escribe primero a mano, y recién cuando tiene un capítulo “bastante armado”, pasa todo a la computadora e imprime el texto para corregir sobre las hojas. “La escritura es parte de mi vida, así que lo hago siempre, más allá que a veces quede postergada porque deba ocuparme de otras cosas”, expresó, quién en 2010 editó “Huellas del perro negro”.   

 

Identificado con la poesía, Víctor Koprivsek aseguró que su acercamiento a las letras fue intenso, ya que “escribía todo el tiempo, era como una canilla abierta”. Pero tras la salida de su último libro “El ladrillo desnudo” (2006), se encuentra más tranquilo, si bien pone su firma en “Soy mano” (columna de El Diario) y en El Apogeo (periódico que dirige).

“El tema de escribir pasa por un estado de ánimo, lo hago cuando lo necesito, es como una expresión de liberación, por eso nunca pude seguir una rutina”, enfatizó el derquino, quien si bien utiliza computadora, a la hora de crear encuentra comodidad en diferentes ámbitos.

“Puedo escribir en mi casa, en el tren o en el colectivo, ya sea solo o rodeado de gente. Un espacio muy lindo para esto son los bares”, indicó, quien en su libro “Territorio” (2004), incluyó un capítulo con textos originalmente concebidos en servilletas de bares.

Tomando como una bendición el hecho de poder vivir de la palabra, Koprivsek remarcó que sus textos están dirigidos a la sociedad. “Me salen para ese lado, mi poesía siempre fue muy de la calle”, concluyó.

 

Rubén Cabrera.

 

 

 

Víctor Koprivsek.

 

 

 

Julia García Mansilla.

 

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